Hace unos días me crucé con ella en una calle estrecha y sentí cómo me faltaba el aire cuando pasé por su lado. Un simple roce involuntario hizo despertar en mí una extraña mezcla de temor y ternura nunca antes experimentados. Algo me empujó a seguirla hasta que desapareció tras la entrada de un edificio en una calle de nombre impronunciable.
Era como si ya la conociera, mas mi mente no podía encajar que una persona con ese aspecto, tan diferente a mi, pudiera formar parte de alguno de mis recuerdos. Un impulso casi sobrenatural me obligó a acercarme hasta el portal y buscar alguna imagen, algún nombre o cualquier otra cosa que aclarara mi memoria respecto a esa chica de aspecto insignificante, vestida de negro, con piercings en muchas de las partes visibles de su cuerpo, tatuajes y una apariencia ciertamente tenebrosa. Me miró y yo le devolví la mirada. No me pareció borde, ni siquiera antipática… tan sólo diferente.
Mi memoria me estaba jugando una mala pasada, así que intenté averiguar cómo se llamaba, pero sin fortuna. Fui a casa y busqué en Internet unos cuantos datos, basándome en cosas que me hubieran ocurrido en el pasado. Nuevamente sin fortuna, por lo que decidí recurrir a la ayuda de un amigo hacker para ver qué podía hacer. Supe que me estaba obsesionando, pero no podía parar. Llegué hasta el punto de – con la ayuda del hacker - localizar la IP de su ordenador y así trastear lo que iba haciendo. Fue entonces cuando mi memoria comenzó a aclararse…
La chica había tenido una infancia trágica con malos tratos, abusos sexuales, palizas, padres borrachos y desalmados,…, en fin, unas circunstancias que fácilmente habrían dado con los huesos de cualquiera en, al menos, un manicomio. De hecho, ella misma estaba en una especie de libertad vigilada por un asistente social que a la larga resultaría ser otro obseso maltratador y violador. Pero eso es otra historia que no viene ahora al caso. El hecho es que la chica había conseguido trabajo en una editorial, bajo las órdenes de un famoso periodista al cual quería mantener a raya, limitándose a cumplir su trabajo de forma milimétrica, eficaz y asombrosamente rápido, a juzgar por las conversaciones que tenían ambos vía correo electrónico. Ella era especial, muy especial. Se trataba de una persona superdotada con una prodigiosa memoria fotográfica que le era especialmente útil para desentrañar los misterios que se escondían en la investigación en la que estaba trabajando. A pesar de su frágil aspecto era capaz de imponer sus discutibles normas ante cualquiera que se le pusiera por delante.
Yo ya había vivido esto antes. Seguro…
Lo más intrigante de todo esto era, precisamente, el desarrollo de la investigación que estaba llevando a cabo, mano a mano con el periodista que la guiaba laboralmente. Se trataba de descubrir los motivos de la desaparición y muerte de una niña hacía muchos años. Una desaparición en la que se iban involucrando todos los familiares de la niña según iban avanzando las investigaciones. Y entre tanto, claro, otra vez el destino. Otra vez queda patente que cuando el destino de alguien está empeñado en seguir una dirección, es muy complicado desviarlo. Malos tratos, vejaciones, violencia… Pero ella sigue adelante sorteando todos los obstáculos. Y esto no es más que el principio. A partir de aquí, más misterios e investigaciones que llegarían a límites insospechados de calado internacional.
¡Acabo de caer! ¡No puedo creer que me haya pasado esto! Hace unos días me crucé con ella en una calle estrecha y sentí cómo me faltaba el aire cuando pasé por su lado. Un simple roce involuntario hizo despertar en mí una extraña mezcla de temor y ternura nunca antes experimentados. Ahora estoy totalmente alucinado. Se trataba, sin duda, de Lisbeth Salander, la que luchaba contra los hombres que no amaban a las mujeres, la chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, la reina en el palacio de las corrientes de aire. Y ha resultado ser real, hace unos días me miró y yo le devolví la mirada. No me pareció borde, ni siquiera antipática… tan sólo diferente. … Los libros, a veces, juegan malas pasadas.
Título: Millennium (Estuche trilogía)
Autor: Stieg Larsson
2.204 páginas
Encuadernación: Rústica
Editorial: Editorial Destino
Año: 2009