Anoche, estando plácidamente sentado sobre mi butaca de leer ocurrió algo difícil de contar, de detallar y mucho más aún, de creer. Vivo en la Calle Mayor de Madrid, a unos pasos de la Plazuela de San Ginés, un lugar donde el bullicio está a la orden del día y en el que difícilmente se puede distinguir un grito, de una carcajada. El gentío lo camufla todo, sea la hora que sea. Sin embargo, anoche, de repente, el ruido había cesado.
Me asomé a la ventana y observé con gran asombro que las calles estaban vacías, desiertas. Porque vivo allí desde siempre, que si no hubiera jurado que esta no era mi ciudad, Madrid. Pero sí lo era, sí. Lo que ocurría, para mi perplejidad y la incredulidad de los que vayáis a leer lo que viene a continuación, era que este Madrid, mi Madrid, no pertenecía a la misma época que yo. Lo supe cuando escuché claramente en la soledad de la silenciosa noche, un gemido, una tos convulsiva y un suspiro con olor a muerte. Asustado, llamé a la policía y al cabo se presentó ante mí un teniente de alguaciles, o sea, el jefe de la policía del siglo XVII. A un metro, mirándome fijamente, se encontraba Diego Saldaña, teniente de alguaciles y camarada, nada más y nada menos que de Diego Alatriste y Tenorio; el Capitán Alatriste. Y que me maten y rematen con la daga de misericordia si lo que cuento no es cierto.
Temí por un momento que Saldaña, amparado en su vara de justicia, me asestara una estocada al verme tan ridículamente vestido para la época, mas respiré tranquilo al descubrir que él no podía verme; nadie podía verme, ni los vecinos, ni los alguaciles que andaban por allí investigando el lugar en el que un vil asesino había dado fin a la vida de una mujer estrangulándola en plena calle. Y así fui pasando por diversos episodios del Madrid del primer cuarto del siglo XVII y pude vivir, no en primera persona, pero sí en directo cómo eran las calles de mi ciudad, de mi barrio, por aquel entonces.
No debo ahora contaros todo lo que vi en esos días con ese desconocido Madrid como escenario. No debo porque es mucho mejor que lo experimentéis vosotros mismos leyendo Limpieza de sangre, de Arturo Pérez Reverte. Lo que sí puedo es adelantaros que en esta intrigante y frenética historia está involucrado el mismísimo Francisco de Quevedo y Villegas. Incluso puedo deciros que es él el detonante de toda una trama de intrigas, refriegas, lances, sonido de espadas y cuentas pendientes como telón de fondo, viviendo casi en primera persona lo que suponía ser víctima de esos salvajes autos de fe que estaban a la orden del día entre las actividades eclesiásticas de entonces.
Si os gusta Madrid e, incluso mejor, si amáis a Madrid como yo, será una experiencia irrepetible, pues mientras leéis podréis ver claramente cómo era Madrid hace ya cuatrocientos años y lo que acontecía en sus calles. Esta es una de las muchas habilidades narrativas de Arturo Pérez Reverte y en su Limpieza de sangre, lo borda.
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Título: Limpieza de Sangre
Autor: Arturo Pérez-Reverte
Colección: Las aventuras del capitán Alatriste
Páginas: 264
Publicación: 16/10/1997
Género: Novela
Precio: 19,50 €
ISBN: 9788420483597
EAN: 9788420483597