Es cierto y muy posible que – como dicen muchos – la poesía no haya quien la entienda. Incluso otros, los más aventurados exploradores de la comunicación en verso, sostienen que la poesía no debería publicarse, porque el poeta es el único que sabe realmente qué es lo que está queriendo expresar con sus poemas. Su publicación podría compararse, entonces, con una suerte de prostitución de los sentimientos del que se atreve a escribirla. Sin temor a equivocarnos, muchas veces podemos relacionar la poesía con el arte abstracto; visto así, cualquiera puede escribir poesía, así como cualquiera puede pintar un cuadro “sin sentido”. Pero no, nada más lejos de la realidad.
Hasta aquí habrá muchos que estén de acuerdo y muchos otros también que se estén echando las manos a la cabeza pensando que todo esto que he dicho roza la insensatez. Es posible, tampoco lo voy a negar. Sin embargo soy de los que piensan que para poder comprender un poema, deberíamos estar poniéndonos en el lugar del poeta en el momento justo en el que escribió aquello; experimentando exactamente sus emociones, sus miedos, o el episodio que vivió en el pasado y que le dio pie a ver un trocito de mundo plasmándolo en unas pocas líneas cargadas de intensidad y fuerza sísmica. Esto, estaréis de acuerdo, es imposible. Intensidad y fuerza sísmica… Seguramente el poeta no pretende que comprendamos lo que siente en el momento exacto en el que escribió – seguro que, en ocasiones, ni siquiera él lo sabe -, sin embargo, lo que si sabe el poeta a ciencia cierta es que esos pocos versos que pone al alcance de cualquiera que quiera leerlos, van a lograr que el lector los adapte y los relacione con sus propios sentimientos, sus emociones, sus miedos o el episodio que vivió en el pasado, siendo imposible para él explicarlo… Y de pronto este lector descubre que un simple poema que cae en sus manos contiene las palabras precisas que necesitaba leer.
Nadie nos dice que tengamos que comprender nada de lo que leemos cuando leemos poesía. Nadie debería decir que cojamos un poemario cualquiera y nos pongamos a leer, diciéndonos a nosotros mismos que es bueno o malo. Es cierto que leer poesía y comprenderla es difícil, sin embargo os aseguro que es una de las actividades, relacionadas con la lectura, más gratificantes que hay.
Leamos poesía, pero, de inicio, si nunca lo habéis hecho o vuestros intentos han sido fallidos, os recomiendo que comencéis por poesías fáciles. ¿Quién no ha probado con Becquer? Hoy no recomiendo ningún libro en especial, aunque mi apuesta para acercarse al mundo de la poesía es tomar una de esas recopilaciones con Las mil mejores poesías en lengua castellana. Al tratarse de una cuidada selección, os aseguro que daréis con un buen número de poemas que rápidamente relacionaréis con vuestros propios sentimientos, emociones, miedos o episodios de vuestra vida cuyo efecto nunca supisteis explicar con las palabras adecuadas.