Alguien escribió una vez una novela, comedia, tragicomedia, obra dramática o como quieran llamarlo. El caso es que esta obra es un escrito extraordinariamente único, irrepetible, a partir del cual nadie fue capaz de crear una corriente y ha quedado ahí, para los restos y eternamente como una de las obras literarias imprescindibles de la historia de la literatura universal: La Celestina
A estas alturas, superados los quinientos años de supervivencia, todos tenemos la idea de que su autor fue el bachiller Fernando de Rojas, nacido en la Puebla de Montalbán – como rezan los versos acrósticos que ilustran el inicio – pero eso es algo que aún no parece estar demasiado claro. Y es una pena, porque un talento semejante, capaz de inventar un estilo que nunca hasta entonces había existido y nunca más se ha repetido con tal maestría, no debería estar cubierto con ese misterio. Se me ocurre que quizás no fuera Fernando de Rojas el autor de la obra completa y que pudiera ser que su autor verdadero fuera algún pobre hombre, o mujer, que lo dejó tirado en cualquier parte totalmente ajeno a la importancia que tendría por los siglos de los siglos. Un misterio que, me temo, siempre estará ahí y nadie será capaz de desentrañarlo. En cualquier caso, quedémonos con Fernando de Rojas, pues es él el que, en nuestras mentes, ha presidido siempre esta excepcional obra de teatro.
Lo leí por primera vez de forma obligada por mi profesor de literatura de entonces en el colegio y he de decir que, aún con la losa de la obligación, me gustó mucho. Muchísimo. Puede que el hecho de ser uno de los primeros libros serios que leía influyera bastante en mi estimación. Como suele ocurrir, la interpretación de la historia que hice entonces, dista mucho de la que le he dado en lecturas posteriores. Ahora me pregunto, cómo sería la época de finales del siglo XV en cuanto al puritanismo y la permisividad referente a ciertas prácticas amorosas que más bien eran más sexuales que otra cosa. Locura de amor querían llamarlo, cuando lo que realmente parece que sobrevolaba las mentes de los dos protagonistas – Calisto y Melibea – seguramente sería puro vicio. Un vicio lujurioso alentado por la gran protagonista de la obra, la alcahueta, La Celestina, una vieja bruja capaz de hacer saltar por los aires toda la conciencia social y todo el pudor de Melibea, logrando que se entregue a Calisto de forma pasional y sin tapujos. Como suele ser habitual, la lujuria, la codicia y la avaricia harán después su papel habitual, arrasando con todo lo que en un principio parecía un gran y estudiado plan.
A estas alturas, superados los quinientos años de supervivencia, todos conocemos de sobra La Celestina, de Fernando de Rojas y una amplia mayoría la habréis leído. Como siempre hago, a los que no la hayáis leído, hacedlo ya, pues os perdéis un capítulo imprescindible de la historia de la literatura; a los que la habéis leído, os digo que volváis a hacerlo y me digáis si tengo o no razón en lo que aquí os he expuesto.