Cuando vemos ciertas obras de arte contemporáneo muchas cosas se nos vienen a la cabeza. Admitámoslo, el arte contemporáneo, con ese halo de innovación que lo rodea, no está hecho para masas, sino para unos pocos elegidos que son capaces de ver cosas que en la imaginación del resto de los mortales pasan absolutamente desapercibidas. No sé a cuál de los dos grupos pertenece Ignacio Vidal – Folch, pero lo que sí puedo deciros es que la genialidad que emana de su obra – La cabeza de plástico – no pasará desapercibida por las mentes de los elegidos para entender esas extrañas muestras de expresión, ni por las del resto de los mortales.
Este es un asunto que a mí siempre me ha traído de cabeza. Cuando en alguna ocasión he podido contemplar – en directo o por televisión, o en una imagen en un periódico o revista – me he encontrado con un entramado de formas y sentimientos extremadamente imposibles, o extremadamente sencillos, de los cuales no he sido capaz de entresacar lo que el artista quería comunicar con ellas. Ahora, tras leer las primeras treinta páginas de La cabeza de plástico, se me ocurre que el proceso es el inverso, es decir, el artista fabrica su obra, sin un criterio aparente y sólo después de acabada, le busca el sentido, lo encuentra y lo explica con palabras, con la ayuda de su representante y de algunos críticos de arte profesionales que sacan de la obra cosas que ni el propio autor hubiera imaginado ni en sus mejores sueños.
Tenía ganas de escribir sobre este asunto, convencido de que, si a un autor consagrado como Vidal – Folch nadie le recriminó nada de lo que se lee en La cabeza de plástico, menos aún habrá alguien que me diga a mi nada, o me tache de inculto contemporáneo. No pretendo – dios me libre – decir que todas las obras de arte vanguardista vayan a resultar una tomadura de pelo, pues hay muchas que bien merecen ser expuestas y contempladas por cuanta más gente mejor, pero me ha encantado ver cómo en este libro se destila una inteligente crítica a una buena parte de lo que ocurre entre bastidores de un mundo que bien podría considerarse una obra de teatro.
Y ahora, ¿qué ocurre si el arte vanguardista que uno defiende a capa y espada se da la vuelta contra uno mismo? Resulta que el protagonista de La cabeza de plástico – Cees Wagner - es el Director del prestigioso Museo Stedelijk de Amsterdam y una buena parte de su trabajo diarioestá dedicada a descubrir talentos artísticos para darles la oportunidad de difundir sus obras. Pasan por su despacho estrafalarios y extravagantes personajes con representaciones artísticas de lo más rebuscado y que Vidal - Folch detalla con una genialidad, sarcasmo e ironía tales que podrían hacer temblar los cimientos de este negocio. En un momento dado, este conservador director, es pasto de la mofa a causa de una obra de un desconocido “artista punky” – Kasperle - que hace una demoledora y satírica representación artística del propio Wagner, lo cual desemboca en una suerte de duelo entre ambos que pone de manifiesto las miserias y victorias del arte vanguardista elevado a su máxima expresión.
Algo más de cien páginas que hacen que La cabeza de plástico de Ignacio Vidal – Folch, se convierta en un relato de obligada lectura que deja esa sensación de querer más, mucho más.
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Título: La cabeza de plástico
Autor: Ignacio Vidal-Folch
ISBN 978-84-339-1088-2
PVP SIN IVA 8,65 €PVP CON IVA 9,00 €
Nº DE PÁGINAS 126
COLECCIÓN Narrativas hispánicas