Habitualmente mis comentarios se centran en novelas; unas veces de reciente aparición, otras de algún siglo atrás, pero novelas. Para la mayoría de los lectores, la novela y el entorno imaginario que se crea alrededor de ella son el marco perfecto para pasar ratos de verdadero disfrute. Pero hoy vamos a romper un poco los moldes y vamos a hablar de poesía. La poesía es algo más difícil de asimilar que una novela al uso, pero si das con tu poesía perfecta, la tuya, no leerás jamás nada que pueda superar eso.
Voy a ir aún más allá, porque voy a hablaros de una sola poesía, de un poeta del siglo XIX. Dicho así suena algo oscuro y reconozco que puede transportar nuestro recuerdo a los tiempos del colegio, pero hacedme caso y seguid leyendo….
474 versos contando una historia que bien podría haber servido de inspiración para una película de las que, sin duda, dejarían huella. Comienza así:
Habíendome robado el albedrío
un amor tan infausto como el mío,
ya recobrados la quietud y el seso,
volvía de París en tren expreso.
A partir de ahí, os podéis imaginar… Un joven que vuelve en tren desde París a España y que viaja hundido, deprimido y desolado por el fracaso de un amor del que no cree capaz de olvidarse. Sin embargo, en ese mismo viaje, vuelve a ver la luz cuando…
…al arrancar el tren subió a mi coche,
seguida de una anciana,
una joven hermosa,
alta, rubia, delgada y muy graciosa,
digna de ser morena y sevillana.
Resultando que la mujer lleva consigo la misma desesperación que el joven, algo sobrenatural – o eso es lo que siempre se cree - parece que se apodera de ellos y surge una esperanza. Pero ninguno es capaz de expresarlo, por miedo al rechazo. Hasta que el joven decide que ella puede ser el amor de su vida y se lanza a cortejarla con, incluso, alguna proposición. Mas la mujer está tan rota que no es capaz de siquiera volver a pensar en tener una nueva historia de amor. Sin embargo algo revive en ella y, al llegar a su estación de destino, propone al joven volver a juntarse justo un año después, momento en el que las cosas podrían ser diferentes.
…mirándome a la faz desencajada,
cual mira a su doctor el moribundo,
siguió – yo os juro, cual mujer honrada,
que el hombre que me dio con tanto celo,
un poco de valor contra el engaño,
aquí me encontrará dentro de un año,
o allí… - dijo señalando al cielo.
El final os lo dejo en el aire para que lo descubráis por vuestra cuenta. Ya engancha la historia contada así, por mí, sobre todo para los románticos empedernidos. Pero imaginaos toda esta historia contada en verso, tan fácil de leer como la más sencilla prosa y con escenas intercaladas narrando el correr del tren de tal forma que sentimos el tren perfectamente, como si estuviéramos dentro.
En esta poesía no necesitamos sonido de fondo, ni música, pues en los propios versos de Ramón de Campoamor, suena el tren, oyes las palabras y escuchas la música. Esa es la magia de la poesía.