La Gran Ola, cuyo título original viene a ser “en lo más hondo de la gran ola de Kanagawa” es la obra más representativa de un estilo pictórico japonés conocido como ukiyo-e. Este tipo de pintura trataba de acercar el arte al pueblo, a los menos eruditos, escenificando estampas más cotidianas de la sociedad japonesa que otros estilos. La técnica empleada, tal y como me señala Andrés von der Walde, amigo coleccionista, no consiste en "pinturas sobre madera" sino en xilografías. "Se tallan numerosos bloques de madera, usualmente uno por color, que luego se entintan y se estampan sobre papel de arroz. La obra final es una estampa, un grabado, o para ser precisos, una xilografía porque el bloque es de madera y no de metal".
El pintor Hokusai, en su opus magna, utilizó esta técnica para representar el sagrado monte Fuji desde treinta y seis perspectivas diferentes. De las treinta y seis pinturas, ésta es, sin duda, la más conocida. En ella se observa cómo mar adentro, una enorme ola (okinami) amenaza tres barcazas de pesca, un tipo de embarcación que se empleaba para transportar pescado vivo al puerto. Al fondo se distingue la cumbre nevada del monte sagrado, el Fuji. La tradición dice que los colores de la montaña indican que se trata de algún momento del amanecer.
Hokusai, el artista, trabajó en sus Thirty-six Views of Mount Fuji durante unos años muy duros. En concreto, este cuadro empezó a trabajarlo muchos años antes. El escollo principal era la ola. Resultaba complicado reflejar la ligereza del agua en rebeldía, y a la vez, la contundencia y fuerza de la ola que amenaza a tres embarcaciones. La potencia de ese fenómeno de la naturaleza se ve compensada por la visión del monte Fuji, emblema identitario de Japón, pero también de la belleza y, para algunos, del alma.
En este primer Arte Humano del 2015, quiero rendir un humilde homenaje a mis amigos y compañeros a un tiempo, de este medio que se dedica a crear y recrear la belleza, día a día. El privilegio de ver nacer este proyecto, de dejarme enseñar, de disfrutar aprendiendo, y de hacer el camino paso a paso, ola a ola, no tiene parangón. Mi regalo es una alegoría. Todos somos ola, somos barcazas y somos el monte Fuji. Hay que aspirar a grandes retos, como la ola, retos que cuesta sacar adelante, pero sin ataduras, como la ola, ligera y potente. Proyectos que salen adelante a base de esperanza, ilusión, mucho esfuerzo, mucha templanza y se van erigiendo, como la ola, hasta hacerse grandes. Hay que ser valiente como los pescadores que salen al mar abierto a enfrentarse con posibles okinami como ésta y sobreviven. Pero por encima de todo ello, no hay que dejar que nada oculte la belleza y el alma que nos define, nuestro monte Fuji particular, que nos hace ser quienes somos, más allá de las olas, los proyectos, los éxitos y los fracasos.