El Museo del Prado recibe el verano con la culminación de un proceso de ampliación de su superficie expositiva. Las ocho salas recién estrenadas recién estrenadas en el Edificio Villanueva permiten exhibir obras hasta ahora confinadas en las catacumbas del museo y un nuevo recorrido de vistas mucho más dinámico, completo y accesible.
Rubens, Jan Brueghel, David Teniers, Clara Peeters y Rembrandt ocupan los lugares de honor en las salas recuperadas para exposiciones. Dos de ellas (la 78 y la 79) están consagradas al pintor favorito de Felipe IV presididas por sus lienzos más emblemáticos: El rapto de Proserpina, El nacimiento de la Vía Láctea, Vulcano forjando los rayos a Júpiter o Saturno devorando a un hijo. Claro que la de Brueghel no se queda atrás. Ni la dedicada íntegramente a la pintura holandesa (sala 76) donde reinan Rembrandt y su Judit. En las salas 81 y 82 se muestran los impactantes bodegones de Clara Peeters —una de las poquísimas mujeres que se hizo un hueco en el mundo artístico de la época— y otros artistas flamencos que alcanzaron la gloria tanto en Amberes como en la corte española.
El Tesoro del Delfín es la otra estrella del nuevo espacio. Una hermosa vitrina oval de 40 metros de largo y a prueba de impactos pone a buen recaudo el exquisito conjunto de piezas suntuarias —"vasos ricos" en cristal de roca y piedras ornamentales con guarniciones de oro y plata a veces esmaltadas o enriquecidas con diamantes, rubíes, esmeraldas y otras gemas— que heredó Felipe V de su padre, el Gran Delfín de Francia, Luis XIV.
El riquísimo legado conservado en el Prado desde 1839 se presenta ahora en todo su esplendor, tras salir de la cámara acorazada que lo custodiaba en el sótano del edificio. Se trata de una colección única en España, equiparable a otros grandes tesoros dinásticos europeos, cuyo montaje expositivo ofrece una visión excepcional de las 144 obras que lo integran.
Al margen de este inmenso ejercicio de expansión museística, es obligatorio detenerse ante el abismo de El triunfo de la muerte. Pintado por Pieter Bruegel el Viejo hacia el 1562, el lienzo es una joya del gore flamenco del siglo XVI que, tras un minucioso proceso de restauración, vuelve a brillar en la sala 55 del Edificio Villanueva. La intervención sobre esta excepcional obra, realizada por Mª Antonia López de Asiain (capa pictórica) y José de la Fuente (soporte), ha permitido recuperar su estabilidad estructural, su verdadero colorido, composición y su técnica pictórica.
El Plan de Reordenación de Colecciones se completará en los próximos meses con la incorporación de más salas al recorrido expositivo de la pinacoteca en el marco de la conmemoración del Bicentenario del Museo del Prado, que se celebra en 2019.
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