Fue en el Kunstpalast de Düsseldorf cuando Peter Lindbergh autocomisarió Untold Stories, la primera retrospectiva para la que él mismo seleccionó las imágenes —algunas inéditas— e ideó el montaje. El maestro de la fotografía de moda, célebre por su sensibilidad y su capacidad narrativa, falleció poco después. Hoy la muestra se exhibe en el puerto de La Coruña, en un espacio diseñado por Elsa Urquijo.
Primero en Alemania e Italia, ahora en Galicia, Untold Stories —organizada en colaboración con la Lindbergh Foundation, que dirige Benjamin Lindbergh— repasa en el muelle de Batería el legado del artista, desde principio de la década de los 80 hasta 2019. Este homenaje póstumo a la carrera del fotógrafo nacido en la Polonia ocupada en 1944 supone también un análisis de su postura respecto a la belleza sobre la que prima la espontaneidad, la personalidad y la intimidad por encima de la perfección. La retrospectiva es, además, una gran oportunidad de descubrir la obra que él consideraba importante al margen de la que le otorgó la fama internacional. Entre las más de 150 instantáneas se incluyen imágenes insólitas y dos instalaciones a gran escala.
La exposición se completa con la publicación de una edición especial del libro de Taschen Raw Beauty, con entrevistas e imágenes de algunas de las modelos más célebres de Peter Lindbergh: Naomi Campbell, Kate Moss, Penélope Cruz o Rosalía, recopiladas para celebrar la vida del artista; así como ensayos firmados por creadores internacionales de la talla de Nick Knight o el arquitecto David Chipperfield.
Lindbergh (1944-2019), considerado uno de los fotógrafos más influyentes del panorama contemporáneo, pasó su infancia en Duisburg (Renania del Norte-Westfalia). Allí estudió y trabajó posteriormente como escaparatista en unos grandes almacenes. En 1962 se traslada a Berlín donde se matricula en la Academia de Bellas Artes. El universo pictórico vangoghiano le impulsa a viajar a Arlés para empaparse de aquella obra tan inspiracional y determinante en su propia fotografía posterior, cuando llamó a su puerta creativa una década después. Se encontraba en Düsseldorf, trabajaba junto a Hans Lux —“él me lo enseñó todo”— y descubría en la revista Stern a leyendas como Helmut Newton, Guy Bourdin y Hans Feurer.
El lenguaje estético de Lindbergh se nutre de fuentes artísticas tan variadas como el ballet, los cabarets berlineses de los 50/60, el cine de Josef von Sternberg o el teatro de Brecht. La Bauhaus, el Dadá y figuras como Beckman, Paul Klee o Kutr Schwitters marcaron profundamente su mirada fotográfica; y los paisajes industriales de su infancia y juventud en Duisburg, su querencia por los ambientes grisáceos, los espacios austeros.
Lindbergh traduce en imágenes sus emociones a través del alma de sus retratados. Su enfoque humanista redefinió el concepto de belleza y rompió los esquemas de la fotografía de moda. Él, que huía de la grandilocuencia, los excesos y el retoque, fue capaz de retomar el minimalismo e introducir la narrativa en sus series artísticas. Lindbergh destaca fundamentalmente por los retratos sencillos y reveladores, los paisajes urbanos y las naturalezas muertas.
Su obra se e expuso en el MoMA, el Pompidou, el Puskin, el Kunsthal de Róterdam o el Victoria & Albert Museum, y forma parte de las colecciones permanentes de otros tantos.
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