El Museo del Prado presenta Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Historia de dos pintoras. La exposición reúne por primera vez la obra de dos de las mujeres más notables de la historia del Arte de la segunda mitad del siglo XVI. Hay que señalar que la trayectoria artística de ambas la figura paterna tuvo un papel primordial. Sin embargo, tanto el contexto pictórico, social y cultural, como sus perfiles familiares y biográficos apenas coinciden.
Sofonisba Anguissola nació y se formó en Cremona en el seno de una familia de la pequeña nobleza y fue la pintura el medio que le permitió alcanzar una posición social elevada. Recibe una exquisita educación — aprende música, danza, literatura, dibujo y pintura— acorde a los preceptos que la aristocracia renacentista entiende que deben tener las mujeres, legitimadas por las “virtudes femeninas” y las enseñanzas morales. Tres de las hermanas de Sofonisba también llegaron a ser pintoras, aunque no tan reconocidas como ella que destacó como retratista y dibujante desde muy temprana edad. Artistas, letrados, médicos, humanistas o clérigos posaron ante su caballete, mostrando el prestigio moral, cultural y humanista del Renacimiento.
Paradójicamente, la posición de Anguissola le impedía vender su obra. Por ello circulaba entre las altas esferas de la sociedad italiana, permitiéndolo destacar ante la corte de Felipe II, donde llegó en 1559 como dama de compañía y profesora de dibujo de Isabel de Valois. Este hecho debilitó su posición oficial como pintora. Ello, pese a retratar a casi todos los miembros de la familia real.
Su producción religiosa es escasa, de pequeño formato y creada para ámbitos privados. Siguió el modelo de sus maestros, Bernardino Campi y Bernardino Gatti, representando escenas sencillas y tiernas, muy cercanas al estilo de Correggio y Luca Cambiasso.
Lavinia Fontana, oriunda de Bolonia e hija de un pintor relativamente conocido (Prospero Fontana), hizo de la pintura su modo de vida. Es la primera profesional que se pone al frente de su propio taller, dirige y organiza una producción artística bastante notable. Su actitud ante el arte, la vida y el comercio abre un camino espectacular hasta entonces vetado al género femenino. El contexto cultural —Bolonia era la única ciudad italiana donde las mujeres podían acudir a la universidad desde la Edad Media— y el florecimiento artístico de la región contribuyeron a paliar los obstáculos tradicionales. Las mujeres artistas gozaron del patrocinio cívico y eclesiástico.
El historiador del arte renacentista, Giorgio Vasari, sitúa a Fontana entre la élite instruida. Conoció la obra de Anguissola, retomó su gusto por el detalle, la exquisitez de los ropajes, la ostentación de las joyas y adornos de sus retratados. Sin embargo, Lavinia rompió con la tradición en el género de las representaciones mitológicas y los desnudos femeninos hasta entonces vetados a las mujeres. En cuanto a la producción religiosa, la de Lavinia fue absolutamente profesional, marcada por la espiritualidad de la Contrarreforma.
Las dos comparten el gusto por el retrato. Las dos quebraron los estereotipos sociales impuestos, dieron al traste con los prejuicios sobre la (in)capacidad femenina y conocieron el éxito, inaugurando así un nuevo camino en la pintura italiana. Mientras que alrededor de Anguissola se forjó un mito femenino de virtuosismo y educación, en torno a Fontana se construyó casi una escuela pictórica que influyó de forma notable en generaciones posteriores.
El espacio Memoria cierra la exposición con algunas piezas que dan cuenta de la fama alcanzada por las pintoras. Las recopilaciones biográficas elogiosas sobre mujeres ilustres fue un género literario que tuvo un notable desarrollo desde el siglo XV. La edición publicada en 1609 por el valenciano Pedro Pablo de Ribera –Glorias inmortales, triunfos y heroicas hazañas de ochocientas cuarenta y cinco mujeres, antiguas y modernas…– es un excelente ejemplo. Incluye una importante semblanza de Sofonisba, una más breve de Lavinia y otras artistas de la época.
La muestra del Prado incluye 65 obras procedentes de diferentes colecciones europeas y norteamericanas. Comienza con una aproximación biográfica de las dos artistas, señalando sus coincidencias y disparidades. Comisariada por Leticia Ruiz, jefa del Departamento de Pintura Española hasta 1500, esta exposición se podrá visitar en la sala C del edificio Jerónimos hasta el 2 de febrero de 2020.
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