Picasso y Chanel colaboraron profesionalmente en dos ocasiones, ambas con Jean Cocteau: en Antígona y en el ballet ruso de Diághilev. El Museo Thyssen-Bornemisza presenta una exposición que explora la relación de los dos grandes creadores del siglo XX: Pablo Picasso y Gabrielle Chanel. Vuelve así a reunir arte y moda en el mismo espacio Picasso/Chanel está comisariada por Paula Luengo, conservadora y responsable del Área de Exposiciones del museo.
El recorrido se estructura de manera cronológica en cuatro secciones, que abarcan las décadas de 1910 y 1920, cuando ambos creadores eran ya bien conocidos en la escena artística parisina. La diseñadora frecuentaba al pintor, entonces casado con la bailarina rusa Olga Khokhlova. Coinciden con frecuencia en Le Bœuf sur le Toit, el club nocturno de moda.
El cubismo y el estilo Chanel presenta la influencia de este movimiento en las creaciones de la diseñadora desde sus inicios. El lenguaje geométrico, la reducción cromática o la poética del collage se traducen en trajes de líneas rectas y angulosas, en su predilección por el blanco, el negro y el beige y el uso de tejidos humildes.
“Las mujeres piensan en todos los colores menos en la ausencia de color. Yo he dicho que el negro lo contiene todo, y el blanco también. Son de una belleza absoluta”. Así entendía ella la armonía cromática y el tratamiento de las texturas.
La sección Olga Picasso está dedicada a los numerosos y bellos retratos que Picasso realizó de su primera mujer. Ella, devota clienta de Chanel, lució algunos de los vestidos de este periodo inicial. “Hoy en día no es posible saber si el traje que Olga luce en la fotografía de 1917 era de Chanel”, dice Dominique Marny. “Sin embargo, no cabe duda de que refleja el estilo de la diseñadora, de la que la esposa de Picasso fue clienta habitual como tarde desde 1920”. Se trata de joyas de la alta costura de las que se conservan escasas piezas.
Antígona reúne la adaptación moderna de la obra de Sófocles realizada por Cocteau. Se estrenó en París en 1922, en el teatro L’Atelier de Montmartre, con decorados y máscaras de Picasso y vestuario de Chanel. Las obras de este capítulo muestran la común inspiración en la Grecia clásica. El proyecto coincide con la etapa de retorno al orden del pintor. La diseñadora se inspiró en la Grecia arcaica para crear la indumentaria en gruesa lana escocesa en tonos marrón, crudo y puntualmente rojo ladrillo, que armonizaban con el decorado y demás accesorios.
No puede faltar El tren azul. Título del cuarto apartado y del ballet producido por Diághilev en 1924, se inspira en el deporte y la moda de baño. Dos mujeres corriendo por la playa (un pequeño gouache que Diághilev descubrió en el taller de Picasso) se convierte en el telón de la obra, mientras Chanel creaba los trajes de los bailarines. Eran los tiempos de los Juegos Olímpicos de París, la época del hedonismo y la elegancia. El ballet recibió ese título en alusión al tren nocturno que hacía el trayecto entre la capital y la Costa Azul.
La exposición Picasso Chanel evidencia la afinidad formal y artística entre ambos creadores, así como los lazos que unen sus respectivos trabajos, fruto de aspiraciones e influencias compartidas. Ella creó el uniforme de la mujer moderna del siglo XX e impuso el atractivo de lo repetitivo. Él logró formular un nuevo canon de belleza plástica que convierte en su estilo. Chanel entendió que el pintor había dado con las claves de un nuevo clasicismo, un lenguaje que, aun siendo sinónimo de modernidad, no se iba a pasar de moda.
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