Olga Khokhlova conoció a Picasso cuando ella tenía 23 años. Fue en Roma, en 1917. Él realizaba los decorados y el vestuario del ballet Parade. Ella llevaba bailando en la compañía de Serguéi Diáguilev casi seis. Se casaron en París poco tiempo después. Olga adoptó el apellido del marido y dejó de bailar cuando nació Paulo, su único hijo. La pareja se separó en 1935, aunque continuaron casados hasta la muerte de ella en Cannes, veinte años después.
Durante aquellas casi dos décadas que pintor y bailarina compartieron vida y arte, se convirtió en la musa de Picasso por excelencia. Aunque tuvo muchas otras —ya se sabe la afición del maestro por el género femenino—, la impronta de Olga en su obra no fue equivalente a la del resto. Desde su primer encuentro, Olga se convirtió en la modelo predilecta del artista y en la figura femenina más representada por el pintor.
Los numerosos retratos de corte clásico que Picasso realizó de su esposa muestran su belleza melancólica y pensativa. Fueron tiempos difíciles para la joven Olga, mientras su familia, a la que vio por última vez en 1915, vivía en Rusia momentos convulsos: la revolución de febrero, la abdicación del zar Nicolás II, la revolución bolchevique y la posterior guerra civil. También le inspiró numerosas escenas de maternidad, plasmadas con una ternura y serenidad desconocidas hasta la fecha en la obra del malagueño.
La figura imaginada de Olga se irá metamorfoseando a partir de 1924, durante la convulsa Europa de entreguerras en la que nace el movimiento surrealista. Pese al deterioro de la relación entre ambos y la aparición MarieThérèse Walter (antes de Dora Maar y Françoise Gilot), el pintor continúa dibujando a su esposa, aunque ya de manera inquietante, incluso deformada, brutal, con una violencia que expresa tanto la cólera de los celos como el sufrimiento del artista. Tras la separación definitiva de los esposos, la presencia de Olga en la obra de Picasso se diluye y es ocupada por otras modelos.
Del baúl de viaje de la bailarina ucraniana —que su hijo recibió al heredar la mansión de Boisgeloup, actualmente es propiedad de la Fundación Almine y Bernard RuizPicasso para el Arte (FABA)— brotaron las cartas y fotografías que han permitido Museo Picasso Málaga centrarse en la figura de Olga Khokhlova para recrear una historia personal y artística, paralela a la ya conocida política y social.
La maleta de Olga, grabada con sus iniciales, salvaguardaba asimismo sus atuendos de danza: zapatillas, tutús, programas de valle y otros objetos personales, como un crucifijo o una biblia ortodoxa en ruso. Con todo ese material y la ayuda del nieto Bernard Ruiz-Picasso, el museo ha reconstruido también algunos aspectos del trabajo de Picasso durante su vida con Olga.
Olga Picasso ofrece una nueva lectura acerca del papel que jugó tanto en la vida del artista, como en la historia del arte. La exposición es el resultado de un intenso trabajo de investigación que revela en toda su magnitud la clave afectiva y sentimental entre el nieto y la abuela enigmática que nunca conoció.
En la exposición pueden contemplarse películas inéditas de la vida privada de la pareja, que ellos mismos filmaban en su piso en la calle La Boétie, de vacaciones en Dinard o Cannes. En ellas descubrimos la faceta sonriente y seductora de Olga Picasso.
Aproximadamente 350 objetos, incluyendo pinturas, obras en papel, fotografía, cartas, documentación y películas, se exhiben en esta muestra co-comisariada por Émilia Philippot, Joachim Pissarro y Bernard RuizPicasso. Olga Picasso permanecerá abierta en el museo malagueño hasta el 2 de junio de 2019.
La música también protagonizará algunas de las actividades planificadas en torno a la muestra. El Dúo Moreno Gistáin protagonizará, el viernes 21 de abril, un concierto con un programa de los compositores rusos Borodin, Glazunov, Stravinsky y Prokofiev.
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