La memoria y su pérdida, el cine, el pasado, la tecnología y la identidad son los ejes centrales de la obra de Daniel Canogar. Desde sus inicios en el mundo del arte y la fotografía, al artista madrileño siempre le ha fascinado la vertiginosa obsolescencia de la técnica, la fugacidad de lo nuevo. Aspectos fundamentales de la sociedad de hoy que él no explora de manera directa, sino a través de los resultados. En el arte de Canogar hay mucho de arqueología. Arqueología de lo contemporáneo, de la cultura electrónica, de lo efímero del big data. Una especie de hipnosis que le empuja a rastrear mercadillos y chatarrerías en busca de esos objetos reflejo de una época que encierran los recuerdos de una generación, para descartarse rápidamente ante la llegada de la siguiente ola tecnológica. Proceso en el que no sólo se esfuma la información, también parte de la memoria.
Móviles, aparatos de vídeo, cintas VHS, rollos de celuloide de 35mm, cedés, deuvedés… Todos ellos forman parte de su universo creativo, esa planta de reciclaje donde él les regala una nueva vida convirtiéndolos en esculturas de gran potencia plástica. Para Canogar, este trabajo no constituye sólo una arqueología de la sociedad post-industrial. Es también un tratado sobre la identidad humana —caduca, como sus artefactos— y las transformaciones efecto de la tecnología. Por eso se centra en crear un tejido casi artesanal a base de artilugios efímeros que algún día fueron el último grito tecnológico.
El Museo Universidad de Navarra presenta la última instalación de Daniel Canogar, Sikka Ingentium. Un montaje audiovisual hipnótico creado esta vez con deuvedés de películas de todas partes del mundo: Bollywood, Nollywood y por supuesto Hollywood. Todos ellos visionados y centrifugados en un programa informático creado por Diego Mellado cuyo resultado es un fabuloso universo de luz, ritmos magnéticos e imágenes sugestivas.
El título de la exposición alude a la tradición babilónica. Muy parecidas a las lentejuelas de hoy, las sikkas son las monedas de oro agujereadas en el centro que los babilonios cosían a la ropa como signo de riqueza y poder. La instalación se plantea también como una alegoría del cine; una superficie decorativa, brillante y glamurosa que aloja en su interior fragmentos de miles de películas. Cine por dentro y por fuera, proyectado en ocasiones mediante secuencias temáticas, otras a través de colores o formas. Aunque el resultado no pretende componer un relato lineal, la pieza funciona como una metáfora de la memoria; una sucesión ingente de escenas recortadas que buscan en el exceso y la acumulación un lenguaje colectivo más allá de impulsos individuales, explica el artista. De ahí el término Ingentium, además de las dimensiones colosales de la pieza: 18 metros de base por 3 de altura.
Daniel Canogar crea un universo onírico muy complejo, en cierto modo experimental, que juega a la seducción visual. No se trata de una proyección, sino de una escultura artificial, cuyos elementos —2400 deuvedés reciclados— son al tiempo continente y contenido. La obra representa el bagaje que queda en la mente del espectador contemporáneo y reflexiona sobre los desechos de nuestra cultura, la velocidad que imprime la tecnología, la obsolescencia de la materia y del ser humano.
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Sikka Ingentium. Daniel Canogar. Museo Universidad de Navarra. Fechas: del 22 de marzo al 15 de octubre 2017.
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