Cineasta de vanguardia, artista del assemblage, dibujante, performer, fotógrafo punk. Y también recolector de basura en la calle. Bruce Conner era una persona enigmática y difícil de definir. Como su arte. Influido por la arqueología y la paleontología, el cine, la fotografía y el collage, sus primeras pinturas aluden de manera sutil a los fósiles y las formaciones rocosas. Aunque igualmente, en esta etapa inicial de su carrera ya apuntaba clara fascinación por la cinematografía experimental y extraños metrajes.
La obra de Conner nace en el ambiente artístico californiano de la segunda mitad del siglo XX. Aunque su actividad era prolífica, jamás se plegó a las reglas galerísticas de entonces. Tal vez por ello su figura ha permanecido encasillada en el ámbito del cine documental y la contracultura de la Costa Oeste norteamericana. Claro que tampoco ese entramado de disciplinas entremezcladas permitía enmarcar su obra un movimiento artístico determinado. Iba tanto a su aire que su creatividad se acerca más al 'antiarte' y la rebelión propias de nuestro siglo. Lo cierto es que Bruce Conner se presentó como un visionario, un pionero de la estética de la degradación, del arte degenerado y macabro de un tiempo que no vivió, pero sí intuyó.
Un año después de llegar a San Francisco —en 1958— y en paralelo a sus actividades cinematográficas, Conner se embarcó en una serie de collages y assemblages hechos con plásticos, cartones, muebles rotos, trozos de cosas tiradas en basureros. Todo siniestro y evocador de los temas que más le inquietaban: la violencia, la marginación, la cosificación del cuerpo femenino, el holocausto nuclear. Ahora bien, la palma de su arte funesto y tétrico se la llevan las que él mismo denominaba esculturas oscuras. Composiciones casi abyectas, unificadas con cera negra, que creaba para expresar su más absoluto rechazo de la pena de muerte y la degradación del ser humano.
El Museo Reina Sofía presenta la primera retrospectiva dedicada al artista: Bruce Conner. Es todo cierto. La exposición, distribuida según criterios cronológicos y apartados temáticos, muestra cómo Conner ya en los 50 trabajaba con diversos medios, creando obras híbridas y extravagantes assemblages. Como el restaurado Child. Cuya azarosa historia explica tanto su ajetreado historial expositivo, como la riqueza del trabajo del norteamericano.
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Bruce Conner. Es todo cierto. Fechas: 22 febrero - 22 mayo, 2017
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