Joan Miró amaba la naturaleza y el arte a partes iguales. Tanto que en su obra es casi imposible distinguir la una de la otra. Ni Barcelona ni París, ni siquiera Nueva York influyeron tanto en su espíritu artístico, sensible, poético, singular, como lo hizo el mar de Mallorca, los paisajes de Mont-roig, sus vínculos con la tierra y los objetos cotidianos… Esas pequeñas cosas que iba atesorando en sus estudios son las que conformaron su particular iconografía: libre, onírica, rebelde.
También en su faceta como escultor. Una disciplina algo más tardía en su haber artístico, tan grandiosa como su pintura. Y digo “tardía” porque aunque es en 1946 cuando comienza a experimentar con la escultura, sus primeros y espectaculares bronce de grandes dimensiones —Pájaro solar y Pájaro lunar— vieron la luz veinte años después, igualmente imbuidos del manto natural que alimentaba el reino mironiano. Una escultura debe erigirse en medio de la naturaleza y confundirse con sus elementos, los árboles, las rocas, las raíces, escribió el artista como una afirmación más de su patente inspiración.
Por primera vez, Holanda rinde homenaje a la escultura de Miró con una monumental muestra al aire libre. Veintiuna esculturas del artista catalán adornan los jardines del Rijksmuseum de Amsterdam, que además sirve como (re)presentación mundial del Pájaro Lunar, el famoso bronce de cuatro metros de altura, hoy propiedad de un coleccionista particular europeo, que había permanecido oculto en los sótanos de su anterior dueño desde los años ochenta.
Seleccionadas por Alfred Pacquement —el antiguo director del Centro Pompidou de Paris—, las obras expuestas ponen de manifiesto las dos facetas escultóricas más relevantes de Miró. Por un lado las creadas a partir de esos particulares conjuntos de objetos de la naturaleza (piedras, troncos de árboles, raíces) y de la vida cotidiana (horca, grúa, espantapájaros); por el otro, sus voluminosas figuras de inspiración pictórica con formas redondeadas y sensuales. Todas ellas en bronce, tanto en negro como retocadas en los colores vivos que tanto amaba el artista.
El montaje escultórico, abierto y gratuito e inaugurado el pasado mes de junio con la colaboración de La Caixa y las Fundaciones Pilar y Joan Miró de Mallorca y de Barcelona, podrá contemplarse en el Rijksmuseum hasta el 11 de octubre de 2015.
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