La exposición, promovida por la Fundación María Cristina Masaveu Peterson y organizada por la propia Fundación y el Centro Niemeyer, rinde homenaje al filántropo Pedro Masaveu Peterson y su especial predilección por Joaquín Sorolla.
Pedro Masaveu (1938-1993) fue un gran amante del arte. No sólo dedicado a completar su colección personal, también impulsó con nuevas adquisiciones la Colección Masaveu —uno de los fondos artísticos más importantes de España—. Fue, sin duda, uno de los mayores coleccionistas y admiradores de Joaquín Sorolla: adquirió cincuenta y nueve obras realizadas entre 1882 y 1917 cuyas temáticas abarcan desde los motivos marineros hasta las escenas costumbristas y familiares que tanto amaba plasmar el pintor.
La muestra, organizada en cuatro bloques temáticos, propone un recorrido por los pilares pictóricos del maestro valenciano: los retratos velazqueños, las escenas de género, el mar y los estudios florales.
Es bien sabido que Sorolla, al igual que muchísimos artistas españoles y extranjeros como Manet, sentía una profunda devoción por Velázquez. Una influencia que se refleja en gran parte de su obra, desde aquellos años en que, durante su primer viaje a Madrid, empezó a estudiar, copiar y mirar al viejo maestro español bajo el nuevo prisma que le permitió darle una vuelta al concepto de retrato imperante en el XIX. La construcción de un escenario velazqueño, que rememora el espacio y la atmósfera de Las meninas resulta especialmente obvia en La familia de don Rafael Errázuriz Urmeneta (1905), una de las joyas de la exposición.
En la sección dedicada al mar, se aprecia a la perfección la evolución del artista, desde las brillantes representaciones del trabajo de los pescadores y la brutal luminosidad de la luz mediterránea a la atmósfera elegante de las playas del norte español. El anuncio del clasicismo mediterráneo que protagonizaran sus niños al borde del mar también está presente en la Colección Masaveu a través de obras como Niños en la playa. Estudio para verano, de 1904, o Salida del baño. Playa de Valencia, de 1908. Poco a poco el pintor se va liberando de la corporeidad de las figuras para centrarse en la fluidez del mar, el movimiento y los efectos de la luz sobre el agua.
Pedro Masaveu también fijó su atención coleccionista en las escenas de género. Escenas muy heterogéneas que representan aldeanos de la zona rural del Lazio o de Campania, indagaciones sobre la luz como sucede en el precioso cuadro Familia segoviana (1894), las acuarelas o las vinculadas al mundo del trabajo, temático que comenzó a cultivar más intensamente a partir de 1900. A partir de 1912, los estudios de tipos y costumbres de las diferentes regiones españolas, en grandes formatos y pintados a plena luz del sol, ocuparían sus últimos años de pintor.
Dentro de la diversidad de la colección Masaveu existen dos obras de flores, temática que desde siempre llamó la atención de Sorolla, presente en su obra desde fechas muy tempranas. Además de los estudios florales para escenas de gran formato, como Amapolas (hacia 1882), pintó en formato menor ramilletes y bodegones, obritas que vendía con facilidad y que le permitían pagar los costosos materiales de su profesión. Posteriormente, sus estudios de flores se centraron en las que solían adornar los caminos y jardincillos de las casas de la huerta valenciana. Buen ejemplo es Adelfas (1908), una de las favoritas del coleccionista y uno de los más brillantes paisajes en flor de Sorolla.
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Pedro Masaveu: pasión por Sorolla. Del 28 de junio de 2018 al 6 de enero de 2019. Lugar: Cúpula.
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