Margarita Rita Rica Dinamita presenta la obra de una artista emblemática de espíritu inquieto, lúdico y transgresor que atraviesa el contexto artístico guatemalteco de la segunda mitad del siglo XX. El título alude a uno de los varios nombres que ella adoptaba para expresar sus procesos de transformación personal.
Margarita Azurdia nace en Antigua (Guatemala), en el año 1931. Hija de madre española y padre guatemalteco, crece rodeada de bienestar económico y alto estatus social. Se formó en colegios e internados internacionales. En el 49, regresa a su país natal para casarse con un empresario dedicado a la agricultura a gran escala y a la comercialización de una importante cantera de mármol del país. Fue entonces cuando comenzó su trayectoria artística y el reguero de nombres que la iba a acompañar durante la misma.
La Margot Fanjul —por ese nombre respondía durante su época de casada— de los inicios ya dio muestras de la rebeldía que le caracterizaba. El choque entre su estilo de vida y las estrecheces conservadoras de la alta sociedad guatemalteca no se hizo esperar. A mediados de los años 60 inicia una metamorfosis que se refleja en su obra a través de geometrías inspiradas en los textiles indígenas del país. Durante la siguiente década, una Margarita mucho más poética y espiritual experimentó con la escultura, influida por la filosofía oriental y los viajes espaciales. En este contexto, realizó su serie de pinturas escultóricas conocida como Asta 104.
Como explica la comisaria de la muestra, Rossina Cazali, “la imagen de los óvalos abstractos siempre estará presente en la obra de Azurdia ya que es una figura que le acerca a la filosofía pero también a la espiritualidad y al universo cuya influencia se verá en sus trabajos posteriores”.
En el marco de la II Bienal de Arte Coltejer (Medellín, 1970), la artista consuma un corte circunstancial con sus exploraciones formales. Se adentra entonces en el universo de la instalación con una obra titulada Por favor quitarse los zapatos. Se trataba de una experiencia sensorial en la que invitaba al público a descalzarse y sentir en la piel el tacto de la arena húmeda.
En 1974, Azurdia se traslada a París. En la capital francesa se impregna de los nuevos feminismos, las corrientes de la danza posmoderna y el body art, llevando a cabo los primeros poemas, dibujos y libros de artista. Tras ocho años de ausencia, retorna a Guatemala. Forma un grupo de danza experimental junto a Benjamín Herrarte y Fernando Iturbide, al que llamaron Laboratorio de Creatividad. Era 1982. Margarita Rita Rica Dinamita ya era una artista reconocida y valorada en el escenario artístico contemporáneo de su país.
Las últimas obras de la artista son los Altares I y II (1998) que firma con el nombre de Margarita Anastasia. Se trata de dos armarios artesanales, intervenidos con pintura y recortes de imágenes de catálogos de sus propias exposiciones, fragmentos de papeles decorativos y fotografías de proyectos anteriores. Los altares celebran el renacer de la artista como un ser de luz. Los objetos emplazados en los entrepaños aluden a su espiritualidad, sus vínculos afectivos y recuerdos infantiles. A manera de ofrendas, congregan elementos utilizados en sus rituales: coronas de flores, candelas e instrumentos musicales.
Unas 150 obras de Margarita Azurdia se expanden a lo largo una docena de las salas del Reina Sofía. La historiadora y comisaria de la exposición, Rosina Cazali, señala el eclecticismo de esta artista y su extensa producción que abarca pintura, escultura y arte no objetual, dibujos, collages y poemas.
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