Las primeras vanguardias en el arte ruso —al igual que sucedía en el resto de Europa— se aferraron a la idea de ruptura y cambio. Los artistas buscan un nuevo lenguaje, reivindican su libertad creativa y se embarcan en distintas corrientes, todas ellas enfrentadas con los modelos tradicionales de representación y sus valores clásicos. El arte de vanguardia es un fenómeno transgresor y complejo que da lugar a nuevos procesos creativos, nuevas técnicas y nuevos modos de expresión, algunos perfectamente identificables como movimientos definidos, otros no tanto.
Los movimientos de vanguardia se sucedieron en Europa desde principios del siglo XX. En 1905, el fauvismo se abría paso en Francia, mientras que en Dresde (Alemania) se daban las primeras pinceladas del expresionismo alemán con Kirchner y los artistas de Die Brüke a la cabeza. Poco después, Kandinsky presentó su primera acuarela abstracta, iniciándose así en Rusia la abstracción junto al rayonismo de Larionov y Gontcharova.
“Rusia se adhiere a la abstracción pasando de un arte tradicional, heredado del siglo XIX impresionista y simbolista, directamente a la abstracción suprematista de Malevich y otras manifestaciones del momento”, señala la historiadora del arte Carmen Bernárdez. Entre ellas destaca el rayonismo, una corriente relacionada con el futurismo, el fauvismo y el orfismo, caracterizada por la reducción del objeto a esquemas radiales a través de la luz y el color.
En cuanto al suprematismo, su propio creador aseguraba “por suprematismo entiendo la supremacía de la sensibilidad pura en las artes figurativas […] Para el suprematista siempre será válido aquel medio que permita que la sensibilidad se exprese de modo pleno y que sea extraño a la objetividad habitual”. Malevich abandonó las tendencias cubistas y futuristas hacia 1913, cuando realizó sus primeros trabajos geométricos, alejados de cualquier repercusión utilitaria.
En el extremo opuesto a los planteamientos de Malevich —negación del materialismo, la tecnología y la ciencia— surge el llamado constructivismo. De la mano de Rodchenko, esta corriente sitúa la utilidad en el centro del arte y el “nuevo hombre”, fruto de la revolución e implicado en la comunidad, en el receptor de ese arte convertido en bien social. En este discurso al servicio de la máquina y la industria moderna no tiene cabida la espiritualidad.
No todo en la vanguardia rusa fue neoprimitivismo, abstracción, suprematismo, futurismo o constructivismo. Junto a estas corrientes convivían estéticas artísticas independientes, difícilmente clasificables que fusionaban diferentes estilos. Pintores como David Burliuk (padre del futurismo ruso), Nadezhda Lérmontova, Kuzmá Petrov-Vodkin (fiel a la figuración y la estética tradicional, se desmarca de las vanguardias), David Shterenberg, Borís Grigóriev brillaron por sus formas innovadoras junto a figuras mucho más célebres: Kandinsky, Malevich, Chagall o Natalia Goncharova.
El Museo Ruso de Málaga acoge, desde el pasado 30 de octubre, una exposición dedicada a las vanguardias en el arte ruso. Se trata de un recorrido por los diferentes movimientos creativos que rompieron con el canon clásico para experimentar con nuevas formas de entender el are. La muestra, compuesta por 83 lienzos y 5 esculturas —la mayoría procedentes del Museo Estatal Ruso de San Petersburgo— repasa la especial impronta e independencia rusa entre las primeras corrientes vanguardistas del siglo pasado.
Por este motivo, la exposición de Málaga está dedicada a las vanguardias en general, y no solo a las vanguardias en el arte ruso. Su objetivo es mostrar la diversidad estilística y la riqueza de las formas artísticas durante las primeras décadas del siglo XX.
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