Icono de la Historia del Arte y obra maestra del quattrocento italiano, La Anunciación de Fra Angelico es una de las joyas del Museo del Prado. Realizada en oro y temple sobre tabla, la escena central de la pintura narra dos episodios bíblicos clave en la redención del hombre: la expulsión del paraíso y la salvación de la humanidad a través de la virgen María. En la predela inferior, el artista ilustra pasajes clave de la vida de María.
Guido di Pietro (Mugello, 1390-Roma, 1455) —Beato Angelico o Fra Angelico— debió formarse con Lorenzo Monaco, principal pintor iluminador en Florencia. De hecho, la primera actividad artística de Fra Angelico fue como iluminador. En 1418 era ya maestro independiente y, entre esa fecha y 1422, ingresó en el convento de San Domenico en Fiesole, adoptando el nombre por el que hoy se le recuerda y reconoce en todo el mundo.
La obra del Prado fue la primera de las muchas versiones de este pasaje evangélico que recreó Fra Angelico a lo largo de su carrera. Fue pintada hacia 1425-1428, momento decisivo en el arte florentino. Durante aquel tiempo trabajaban en la ciudad seguidores del gótico internacional como Lorenzo Monaco o Gerardo Starnina, ya familiarizados con las innovaciones nórdicas. También pululaban por allí artistas revolucionarios como Masaccio, Brunelleschi o Donatello. Fra Angelico bebió de todos ellos.
Como buena obra temprana del maestro toscano, se aprecian en La Anunciación rasgos pictóricos que poco a poco irían desapareciendo: la minuciosa representación de flores y objetos, las letras cúficas en los ropajes de María y Gabriel, ciertas carencias en la representación espacial. Otros que perduran en toda la trayectoria del artista: la perspectiva, la arquitectura como elemento unificador del espacio, la profundidad, los volúmenes en las telas, los colores brillantes y el extraordinario poder de la luz. De hecho, la obra es el primer altar florentino renacentista en el que se utiliza la perspectiva para organizar el espacio.
La Anunciación llegó al Museo del Prado en 1861, tras un largo recorrido espacial y temporal que la situó en la iglesia de los Dominicos de Valladolid o en el monasterio de las Descalzas Reales de Madrid. Hace poco más de un año la obra maestra de Fra Angelico fue trasladada al taller de restauración del museo. No sufría daños importantes. Sin embargo, una gruesa capa de polución ocultaba gran parte de la luminosidad, delicadeza y perfección técnica.
Como aperitivo de la extraordinaria exposición —Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia— que el Prado dedicará al artista a partir del 28 de mayo, se acaba de (re)colgar en su muro preferente la obra recién restaurada. Una maravilla técnica que ha permitido recuperar esa impresionante luz mística original, el brillo lapislázuli del manto de la virgen, los tonos deslumbrantes de la expulsión de paraíso, los detalles de la arquitectura… Pura magia.
La restauración.
El principal objetivo de la restauración —realizada por Almudena Sánchez en el Taller de Restauración del Museo del Prado— ha sido la recuperación del brillante colorido y la intensa luz que envuelve la escena. Ambos elementos, característicos de esta pintura y de toda la obra de Fra Angelico, habían quedado empañados por las capas de suciedad y polución acumuladas en la superficie.
Para eliminar el velo grisáceo depositado en la superficie ha sido necesario un minucioso proceso de limpieza mediante un gel de silicona que actúa como vehículo del medio acuoso protegiendo la pintura al tiempo que permite actuar sobre la capa de suciedad. También la supresión de los repintes de óleo procedentes de antiguas intervenciones ha requerido extremo cuidado.
Dichos repintes, además de deteriorarse con el paso del tiempo, ocultaban elementos completos de la composición. Desde el borde superior de la obra, cubrían gran parte de la arquitectura. En el ángel cambiaron la forma del ala, el brazo y la túnica rosa. Al eliminarlos quedaron al descubierto elementos originales de oro que aportaron la información necesaria para su restitución. Recuperar el dibujo del ala original del arcángel Gabriel constituye uno de los momentos de mayor transcendencia del proceso.
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