Diez años ha costado convertir el Centro de Artes Visuales Helga de Alvear en el inmenso espacio cultural que va a permitir a la galerista germana exhibir la extensa colección que ha ido atesorando a lo largo de cinco décadas. Ha sido un proceso largo y complejo en el que el empeño de su impulsora y el apoyo incondicional de José María Viñuela — patrono de la Fundación Helga de Alvear y conservador de la colección— y el arquitecto Emilio Tuñón, artífice principal del nuevo edificio, además de la Junta de Extremadura y otras administraciones públicas de la región.
El recién inaugurado Museo de Arte contemporáneo Helga de Alvear ocupa más de 3.000 m2 de espacio expositivo y casi 8.000 m2 de superficie total que incluye los jardines, salas destinadas a exposiciones temporales, biblioteca y área de servicios educativos. El edificio se estructura en cuatro niveles, lo que permite una organización ordenada y funcional de las salas y la exhibición paulatina de las más de 3.000 obras que componen la colección entre las que destacan piezas de artistas como Picasso, Louise Bourgeois, Kandinsky, Olafur Eliasson, Helena Almeida o Ai Weiwei.
Es precisamente una lámpara del artista chino la que da la bienvenida al visitante del museo, iluminando con su potencia visual la serie de fotografías en gran formato del alemán Frank Thiel y diversas piezas conceptuales de la colombiana Doris Salcedo.
La escultura de un olivo centenario de Ugo Rondinone, A Day Like This Made of Nothing and Nothing Else (2009), presente en la inauguración del Centro de Artes Visuales hace 10 años, preside ahora el amplio jardín del museo. Mientras que la vía que conecta la entrada con el casco histórico de la ciudad está salpica de piezas extraordinarias de Wilhem Mundt, Allan McCollum, Sol LeWitt, Franz West, Atelier van Lieshout, Anthony Caro y Pello Irazu.
Pero volvamos a la estructura, al espacio museístico que, como define el propio Tuñón, es “como una caja mágica”, perfectamente integrada en el espacio histórico de Cáceres. En efecto, se trata de un edificio minimalista, sencillo, de pilares de hormigón blanco, madera de roble y formas angulosas que garantizan un eficiente aprovechamiento de la luz natural. Y es que el proyecto, insiste, “intenta escuchar el lugar, e imaginar una ciudad posible que, sin renunciar a nuestra época, sea capaz de preservar el modo en que la ciudad respira”.
Helga de Alvear (Kirn/Nahe, Renania Palatinado, Alemania, 1936) cuenta que se sintió atraída por el coleccionismo desde bien chiquita. De hecho, sus primeros tesoros infantiles fueron las piedras duras que encontraba en los márgenes del río Nahe. Las formas, texturas y colores que tanto le fascinaban apuntaban entonces a su futura atracción por el arte abstracto. Tras su formación secundaria en el colegio de Salem, Lausana y Ginebra, se traslada a Londres. Poco después, se instala en Madrid donde conoce al arquitecto Jaime de Alvear, mientras estudiaba Cultura Hispánica en la Complutense.
El origen de su colección se remonta a 1967, cuando conoce a Juana Mordó y entra en contacto con los artistas del grupo Cuenca y El Paso. Su primera adquisición fue una obra de Fernando Zóbel. Poco a poco fue convirtiéndose en una de las galeristas más innovadoras de la escena española y dueña de “la más importante colección de arte internacional que se ha formado en España en las últimas décadas. Ella tiene lo que no tiene nadie porque ha sabido apostar por artistas emergentes que luego se han consolidado, y ha sabido atraerlos a su galería porque a ella le interesaba comprar. Es una mujer muy sincera, para nada afectada, lo cual es una gran cualidad”, escribió el crítico e historiador del Arte, Francisco Calvo Serraller.
Helga ha pasado toda su vida mirando al arte, aprendiendo de los grandes maestros, dejándose llevar por su olfato para descubrir el talento; de ahí la maravillosa colección, abierta y plural, que ha logrado traspasar fronteras y que sigue creciendo con nuevas incorporaciones cada año. Ella no busca la especialización en un estilo o movimiento determinado ni colecciona con afán historicista. Al contrario, explora territorios diversos, apuesta por la excelencia y es capaz de detectar con precisión exquisita los creadores emergentes que acabarán liderando el mercado del arte contemporáneo.
La muestra que inaugura el museo, comisariada por José María Viñuela, es la primera de una serie que irá exhibiendo la colección al completo. Las 150 piezas escogidas para la inauguración (aproximadamente un 5% del total de la colección) se distribuyen en cuatro plantas e incluyen esculturas e instalaciones de gran formato, pinturas, fotografías, dibujos y videoinstalaciones de más de 100 artistas diferentes, la mayoría españoles, estadounidenses y europeos.
Entre un amplio abanico de combinaciones, encontramos una enorme imagen de Tacita Dean, entre el dibujo, la pintura y la fotografía; un vídeo de William Kentridge, donde la pintura ocupa al mismo tiempo, papel y pantalla, o los colosales Faux Rocks (2006) de Katharina Grosse.
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