Francis Bacon era un ferviente francófilo. Ávido consumidor de literatura francesa, apasionado del arte de Picasso y Van Gogh. Pero también la cultura española dejó su huella en la obra del británico. Más allá del primer contacto con la obra del Picasso de los años 20 y 30, tuvo su máxima evidencia en su obsesión por el retrato del Papa Inocencio X pintado por Velázquez en 1650. Zurbarán, El Greco o Goya ejercieron asimismo gran influencia en la visión pictórica de Bacon. Como los franceses Degas, Manet, Gauguin...
El museo Guggenheim Bilbao presenta una retrospectiva que recorre más de seis décadas de creación. Pero además, Francis Bacon: de Picasso a Velázquez pone de manifiesto la influencia de la tradición pictórica francesa y española en el impulso creador del artista. Aunque Bacon afronta la realidad moderna y su propia angustia como individuo sometido a una época que le abruma, también reinterpreta el legado de sus maestros. Retratos, paisajes, tauromaquia y, sobre todo, desnudos conforman el grueso de una muestra dirigida a resaltar el peso de los clásicos en un autor claramente existencialista.
Picasso abrió la puerta a todos esos sistemas nuevos. Yo he tratado de poner mi pie en esa puerta abierta, para que no se cerrara. Picasso pertenece a ese linaje de genios del que forman parte Rembrandt, Miguel Ángel, Van Gogh y, sobre todo, Velázquez. Francis Bacon.
Bacon centra su obra en la figura humana para atrapar el misterio de la vida y reflejar la vulnerabilidad del hombre mediante un lenguaje singular. Por ello en sus desnudos predominan los personajes aislados, retorcidos en posturas violentas, casi animales. Fruto de su propia experiencia vital, turbulenta y controvertida, el pintor de origen irlandés crea un universo de imágenes desfiguradas en cuyos trazos puede apreciarse el influjo de El Greco, Giacometti y Vincent Van Gogh. Es el Inocencio X de Velázquez su gran obsesión. Porque me acosa, escribía el pintor. Porque despierta en mí toda clase de sentimientos y también de áreas de la imaginación.
La predilección de Bacon por este lienzo se refleja en decenas de obras en las que interpreta la imagen del pontífice de diferentes maneras. A veces se entremezcla con el sufrimiento; otras con la soledad, como Cristo en la cruz. La crucifixión es otro de los elementos recurrentes en la obra de Bacon. Un recurso que utiliza como símbolo del lado oscuro del ser humano. Al igual que los Papas, las Crucifixiones van sufriendo mutaciones de color, formato o composición, y se intercalan con otras referencias que apasionan al artista, como la obra de Picasso o la Orestíada de Esquilo.
A través de más de ochenta obras del autor —enfrentadas a originales de El Greco, Velázquez, Giacometti y Van Gong—, la muestra resalta la relevancia que estos artistas ejercieron sobre él. Pero también ofrece una nueva perspectiva sobre la obra de Bacon. Desde La puerta del arte a la Esencia Vital, las ocho salas que conforman el recorrido profundizan en la relación del artista no sólo con sus iconos pictóricos. También analizan cómo la literatura, el cine y la fotografía influyeron en su inquietante iconografía.
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Francis Bacon: de Picasso a Velázquez
Fechas: 30 de septiembre 2016 a 8 de enero 2017
Exposición organizada por el Museo Guggenheim Bilbao en colaboración con Grimaldi Forum Monaco. Comisario: Martin Harrison. Patrocinada por Iberdrola
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