Comisariada por Bárbara Rodríguez Muñoz, directora de exposiciones y de la colección del Centro Botín, y Benjamin Weil, director de la Fundação Calouste Gulbenkian, la muestra reúne dos décadas de la producción artística de Ellen Gallagher, incluyéndose pinturas, obras sobre papel y tres instalaciones fílmicas creadas en colaboración con el artista neerlandés Edgar Cleijne.
Se trata de una propuesta de diálogo artístico con el Atlántico, un océano cuyas aguas se hallan intrínsecamente conectadas a la estética de Gallagher, a su mística ecológica y su fascinación por los procesos de transformación de todas las formas de vida. Ellen Gallagher with Edgar Cleijne: A law… a blueprint… a scale explora desde el punto de vista de la abstracción intelectual cuestiones relacionadas con la identidad, el pasado colonial y la raza, al tiempo que aborda temáticas vinculadas a la biología marina.
Ellen Gallagher (1965, Rhode Island) crea composiciones de múltiples capas inspiradas en el mundo natural, la mitología y la historia social. A partir de esa mirada personal hacia el entorno, la artista construye un abanico temático que abarca, además de la naturaleza salvaje, el comportamiento y la evolución de la cultura de masas. Influida por el minimalismo de Agnes Martin y el rupturismo literario de Gertrude Stein, pero también por su identidad birracial (padre de origen caboverdiano y madre irlandesa), su obra crece salpicada de alusiones afroamericanas y raciales.
En la fotografía urbana y la práctica fílmica de Edgar Cleijne, Gallagher halla el complemento perfecto. En sus colaboraciones —iniciadas en 2004— se fusionan las exploraciones del holandés sobre la lucha por la vida y el sistema, los efectos del Antropoceno en la naturaleza, la cultura y lo colectivo. Y lo hacen entrelazando las dimensiones espaciales, visuales y sonoras de Cleijne con la brillante paleta cromática y los collages de Gallagher.
La exposición incluye una selección de las brillantes Black Paintings (Pinturas negras): una secuencia de piezas monocromas iniciada en 1998, cuya superficie evoca la brutal realidad de la extracción colonial. A través de ellas, la norteamericana plasma el estado psicótico de las relaciones raciales y étnicas y su profundo arraigo en la historia de la abstracción occidental. Watery Ecstatic (Extático acuoso), también presente en el espacio Botín, plantea una nueva historia natural a base de formas complejas, figuras biomórficas asociadas al mundo submarino de Drexciya. Componen la serie obras sobre papel en las que la artista asocia ese mítico reino con el más allá de la trata de esclavos en el Atlántico.
Fuera del espacio expositivo, bajo el edificio y en diálogo directo con el mar, se instala Osedax (comedor de huesos), una narrativa cinematográfica centrada en la “caída de ballenas” que describe el descenso de los cadáveres de los cetáceos a zonas abisales, donde los carroñeros dan buena cuenta de los restos.
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