El Museo Thyssen expone, desde el 27 de octubre, por primera vez y de manera íntegra la colección de expresionismo alemán de Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza. Era mayo de 1961 cuando el barón adquirió la Joven pareja, de Nolde. No fue la primera obra ajena a la familia que compró el heredero del primer barón Thyssen tras reunir la mayor parte del legado artístico de su padre, disperso a causa de la herencia. Pero sí la que rompió con la tradición familiar centrada en los maestros antiguos.
La pequeña acuarela del pintor alemán, realizada hacia 1931, fue el punto de partida del rumbo hacia los maestros del siglo XX. La audacia cromática y la particular atmósfera que emanaba de la misma resultó irresistible para el barón, quien se hizo con ella en la casa de subastas Stuttgarter Kunstkabinett —propiedad de Roman Norbert Ketterer— tras una disputada puja. La adquisición levantó gran revuelo mediático tanto por la excepcionalidad de la estética pictórica como por su elevado precio.
Con el tiempo, Heini fue engrosando la colección con obras de los expresionistas alemanes purgados por el nazismo, considerados “malditos”. El llamado Entartete Kunst (Arte Degenerado) se exhibía por el régimen nacionalsocialista en espacios lúgubres con el fin de subrayar la debilidad y la impureza racial. Además de su fascinación por el expresionismo alemán, el barón quiso paliar la aberración nazi, devolviendo a cuadros y artistas el lugar arrebatado. “Fue para mí un aliciente adicional para coleccionarlos”, afirmaba.
Primero se centró en la obra del grupo Die Brücke (el Puente), cuyos integrantes —Ernst Ludwig Kirchner, Emil Nolde, Heckel o Max Pechstein—aspiraban a tender un puente entre la esencia del pasado germánico y un futuro utópico. Más tarde fijó su atención en los componentes del Blaue Reiter (el Jinete azul), con Kandinsky y Paul Klee a la cabeza. Aunque compartían la conexión entre modernidad y tradición, este grupo derivó hacia prácticas más abstractas a través de un lenguaje espiritual ligado al folclore popular.
Entre las obras más destacadas del Arte Degenerado en la colección del barón destaca Metrópolis (1916-1917), de George Grosz, calificado “arte como herramienta de propaganda marxista contra el servicio militar”.
Tras la compra de la acuarela de Nolde, Hans Heinrich mantuvo durante años el contacto y la amistad con Ketterer, quien le guio en sus descubrimientos expresionistas y adquisiciones como Casa en Dangast (1908), de Heckel o Feria de caballos (1910) de Pechstein. Y así hasta una treintena de pinturas. En 1987, La cala (h.1914), de Kirchner, fue la última que compró a través del marchante de Stuttgart. También cultivó la amistad con otros marchantes de arte alemán del siglo XX. Leonard Hutton le proporcionó, por ejemplo, El sueño (1912), de Franz Marc que por entonces pertenecía a Nina Kandinsky, segunda esposa del pintor.
Expresionismo alemán en la colección del barón Thyssen-Bornemisza, comisariada por Paloma Alarcó, propone un recorrido temático articulado en torno a tres conceptos: el proceso de creación de las pinturas, su denigración por el régimen nazi y ulterior rehabilitación en la posguerra, la relación del barón con sus marchantes y los proyectos expositivos que organizó para difundir su colección internacionalmente.
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