A punto de cumplirse el cincuenta aniversario de la muerte de Pablo Picasso —que se conmemorará en España y Francia en 2023— la figura del pintor malagueño mantiene idéntico interés, fuerza y sorpresa artística que mostró desde muy temprano. Él, que aprendió las primeras técnicas en su ciudad natal y que luego perfeccionó en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de la Academia de San Fernando, conservó en cada una de sus etapas esa obstinada pasión por el dibujo.
Partiendo de esa relación de Picasso con la Academia, la institución madrileña acoge la exposición Picasso: rostros y figuras. Casi sesenta obras repasan la faceta retratista de Picasso a lo largo de toda su trayectoria, desde el protocubismo inicial a sus últimas creaciones. Siempre fascinado por la relación entre el pintor y la modelo, dedica al retrato una parte importante de su producción. Como apenas trabajó por encargo, casi todos los dibujos, pinturas y caricaturas representan a personas de su círculo más íntimo.
La evolución del retrato picassiano pasa por todos los estilos, técnicas y disciplinas que el artista experimentó durante su trayectoria. El contraste entre sus primeras obras adolescentes y las caracterizaciones posteriores muestran no sólo su agilidad y maestría como dibujante, también destacan su versatilidad estética y su capacidad de tránsito desde las tradiciones del retrato clásico o el dibujo naturalista hasta las distorsiones caricaturescas de los años 40 y 50 o el erotismo de los grabados de los últimos años.
La muestra de la RABASF, comisariada por Estrella de Diego y Raphael Bouvier y organizada con la colaboración de la Fondation Beyeler, exhibe un total de cincuenta y ocho piezas. La mayoría forman parte de las colecciones del Museo de la Academia y la Calcografía Nacional: cuarenta y cinco estampas, tres dibujos y una escultura. Esta última, Cabeza de mujer (Fernande) de 1908, junto a la Téte de femme (Dora), de 1941 y Véte de femme (1961) procedentes de Basilea, permite constatar la evolución escultórica del artista. Los rasgos cubistas de Fernande, esculpida en bronce a partir de un original de terracota, contrastan con la sinuosidad del busto de Dora Maar (también en bronce, modelada en yeso) y los materiales empleados en su escultura tardía.
También llegan de la institución suiza las pinturas Femme assise dans un fauteuil (1910), Femme qui pleure (1937) y el espectacular Buste de femme au chapeau [Dora), de 1939. Entre la obra de las colecciones académicas hay que señalar las dos series de estampas La obra maestra desconocida y La Suite Vollard, además de la bellísima y melancólica Comida frugal (1907). Perteneciente a la serie Suite des Saltimbanques, se trata de un aguafuerte estampado en lámina de zinc sobre papel.
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