El Museo del Prado inaugura la nueva temporada de exposiciones temporales con Pasiones mitológicas: Tiziano, Veronese, Allori, Rubens, Ribera, Poussin, Van Dyck, Velázquez. La muestra, organizada con la colaboración de la National Gallery y el Isabella Stewart Gardner Museum, y comisariada por Miguel Falomir y Alejandro Vergara, permanecerá en la sala C del edificio Jerónimos hasta el próximo 4 de julio.
Este mitológico inicio de temporada tiene su origen en el anhelo, tanto de Falomir como de Vergara, de reunir de nuevo las seis Poesías que Tiziano pintó para el rey Felipe II entre 1553 y 1562. Los cuadros no se han vuelto a ver juntos en Madrid desde finales del siglo XVI, cuando comenzaron a dispersarse en diferentes museos. Claro que, una vez superadas las dificultades burocráticas —varias de las instituciones poseedoras de estas obras tenían prohibido por sus estatutos prestarlas a otros museos— y ante la abundante representación mitológica que cuelga en los muros del Prado, la tentación de expandir semejante legado de la antigüedad no se hizo esperar.
La exposición reúne, además de las seis poesías de Tiziano, un total de 29 obras —16 pertenecientes a los fondos del Prado— de Veronese, Allori, Rubens, Ribera, Poussin, Van Dyck y Velázquez que suponen la cima de la representación de la mitología en la pintura. pasiones mitolLa imaginación de todos ellos ha dado lugar a un paisaje mitológico de enorme variedad y belleza, que hora el museo madrileño exhibe como un todo.
¿Por qué irrumpe con tal potencia la mitología en la pintura renacentista?
En primer lugar, por el creciente interés por el arte y la literatura de la Antigüedad. En la mitología griega y romana el amor, el deseo y la belleza dominan las vidas de dioses y humanos. Los textos que se refieren a estos asuntos –principalmente la Ilíada y la Odisea de Homero, las Metamorfosis de Ovidio o la Eneida de Virgilio— eran muy leídos y apreciados por los artistas del Renacimiento y el Barroco. Tal vez por ello insistieron en representarlos y lo hicieron con tremenda pasión, casi tan intensa como la que se desprendía de aquellos mitos narrados por los poetas. De hecho, Tiziano llamó a sus cuadros poesías (o fábulas).
Pasiones mitológicas se estructura en cuatro secciones. La primera, dedicada a Venus y el desnudo femenino tumbado, alude a la introducción de este género en el Renacimiento a raíz de la irrupción de la mitología en la pintura en aquella época. Una tradición que se inicia y desarrolla en Venecia con Giorgione y Tiziano y que continuará a través de los siglos con Miguel Ángel, Velázquez, Goya, Manet, Picasso… La segunda se centra en dos protagonistas concretos: Tiziano y Rubens. El primero fue el maestro, un referente fundamental para el segundo. El pintor flamenco descubrió a Tiziano en Madrid, cuando se instaló en la Corte. Desde entonces, fascinado por los trazos, los tonos, la luz de la pintura del veneciano, no sólo copió varias de sus obras, sino que reinterpretó muchas otras, siempre centrado en la misma idea: el amor y el deseo entendidos como fuerzas generadoras de vida.
Las Poesías —Dánae (Londres, Wellington Collection), Venus y Adonis (Museo del Prado), Perseo y Andrómeda (Londres, Wallace Collection), Diana y Acteón y Diana y Calisto (Edimburgo, National Galleries of Scotland/Londres, National Gallery) y El rapto de Europa (Boston, Isabella Stewart Gardner Museum)— configuran la tercera y más ambiciosa sección de la muestra.
Estas seis obras, concebidas para el deleite de los sentidos y como muestra del talento del pintor, abordan las complejas ideas estéticas renacentistas: la capacidad de la pintura para transmitir emociones, su superioridad sobre la escultura o la del colorito frente al disegno.
La exposición culmina con la sección Amores mitológicos en el siglo XVII, que recupera y encara las nuevas prácticas artísticas con respecto a los mitos clásicos surgidas durante el siglo XVII. Aborda las diferencias entre los pintores apegados al espíritu antiguo (Rubens) frente al lenguaje realista introducido por Velázquez o Ribera, la emotividad de Poussin o la elegancia de Van Dyck.
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