En los años del free jazz y la poesía de la generación beat, con la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo, un grupo de artistas rompen con las convenciones establecidas. Así nace el Expresionismo Abstracto. Un movimiento que parte de la experiencia artística y vital común, pero en el que cada artista desarrolla su propio estilo. Son características de este movimiento las obras de escala colosal, intensas, espontáneas y expresivas. Aunque también tienen cabida aspectos intimistas y contemplativos expresados mediante bloques de color.
Todo ello con una clarísima (y controvertida) intención: otorgar al observador la posibilidad de ser elemento interactivo. Así lo afirmó Pollock en 1950, la pintura abstracta es abstracta. Se enfrenta a ti, para explicar cómo la percepción del espectador se convierte en el factor final de dicho encuentro bidireccional. Una experiencia plena entre pintura y espectador, según Rothko. Porque el Expresionismo Abstracto, además de una corriente individualista, cambió de manera radical el concepto de crear: expresión, vitalidad, fluidez, enigmas internos… Más que un movimiento define un fenómeno personal. De ahí la ausencia de manifiestos, reglas o directrices estilísticas. Cada autor manifiesta su emoción según los dictados de su instinto. Punto.
Quizá por ello su evolución fue igualmente dispar. Si los primeros años del Expresionismo Abstracto reflejan el momento aciago en el que surge —en los años previos a la Segunda Guerra Mundial—, pronto cataclismo bélico deja paso a un escenario no menos feroz, sí mucho más contenido, la Guerra Fría. Así el dramatismo, los paisajes macabros, las tinieblas de los campos de batalla se tornan en efectos explosivos. Grotescos, a veces, como las representaciones urbanas de De Kooning; poéticos, como los lúgubres desequilibrios de Franz Kline. O radicalmente emocionales. Claro ejemplo de ellos son las inconfundibles pinturas de Rothko donde reemplaza la presencia humana y el paisaje por composiciones hipnóticas a base de campos de color. Algunos abrazan la oscuridad, mientras otros —William Baziotes y su mundo acuático y fantasmagórico— se enredan en laberintos luminosos, incluso de aproximan a la figuración.
Tras su paso por la Royal Academy de Londres, el Museo Guggenheim Bilbao presenta Expresionismo Abstracto. Una ambiciosa retrospectiva que reúne la obra de los principales genios de esta corriente artística. Jackson Pollock, Mark Rothko, Willem de Kooning, Robert Motherwell, David Smith o Clyfford Still son algunos de los artistas presentes en una muestra que reúne más de 130 pinturas, dibujos, esculturas y fotografías procedentes de colecciones públicas y privadas de todo el mundo. La exposición, que diluye la frontera tradicional entre los “campos de color” y la “pintura de acción”, se estructura en áreas temáticas ordenadas de forma cronológica, así como salas monográficas dedicadas a los grandes.
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Fechas: del 3 de febrero al 4 de junio de 2017. Exposición organizada por la Royal Academy of Arts, Londres, en colaboración con el Museo Guggenheim Bilbao. Comisarios: David Anfam, Edith Devaney y Lucía Agirre. Patrocinada por la Fundación BBVA.
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