El imaginario de Anne-Marie Schneider se traza a base de líneas. Puras, rectas, sencillas. Líneas que remiten a la escritura gestual, a las anotaciones aleatorias en un diario personal. A partir de esos trazos casi ingenuos, la artista nacida en Chauny (Francia) hace 54 años crea un nutrido repertorio de personajes enigmáticos que se arman y desarman, se fragmentan y cobran vida en un mundo personal y complejo. Allí, donde cotidianidad y fantasía se entrelazan, Schneider recrea sus propias inquietudes, angustias y obsesiones. Para ello se vale de las técnicas tradicionales del dibujo, el cuento y la fabulación. Como apunta Jean-François Chevrier, uno de los más destacados conocedores de su obra, Schneider ama las parábolas, en especial los cuentos y las leyendas, porque le dan los motivos con los que puede improvisar, a la vez que crea un espacio para la imaginación y para desafiar las convenciones.
Su obra arranca de lo común, de los objetos banales y las imágenes sin filtros almacenadas en su memoria. Trabaja con la consciencia y la inconsciencia, conjuga método y libertad para expresarse sin cortapisas. De esta forma despliega progresivamente una iconografía onírica que acaba proyectando en el paisaje de su arte. Parece simple, pero es inquietante; infantil y, sin embargo, claustrofóbico. En el trabajo de Anne-Marie Schneider nada pertenece al azar. Todo a la reflexión.
Exploro algunas inquietudes e ideas relacionadas con la condición de la mujer, la soledad, la sexualidad, la política.
A través de una selección de 250 obras, el Museo Reina Sofía explora la evolución creadora de Anne-Marie Schneider de 1988 a 2016. Desde sus primeras manifestaciones artísticas marcadas por la sobriedad, hasta la introducción de la mancha de color y la posterior regresión al blanco y negro. Se trata de un recorrido que indaga en la visión más personal e íntima de la artista, también en su forma de tratar la sociedad y la política de hoy: con ironía y humor negro. La exposición invita a dejarse atrapar por una “montaña” de imágenes que reflejan el flujo de la vida, las experiencias mundanas, los caprichos del azar, las referencias a la literatura, y la particular lectura que hace de todo ello Schneider.
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Hasta el 20 de marzo de 2017. Museo Reina Sofía. Edificio Sabatini, 3ª Planta. Comisario: Manuel Borja-Villel. Coordinación: Leticia Sastre.
Galería de imágenes
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Anne-Marie Schneider. Sin título, 1997. Carboncillo, tinta china y acuarela sobre papel. Fonds régional d'Art contemporain Provence-Alpes-Côte d'Azur.
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Anne-Marie Schneider. La bella y la bestia. El corazón agujereado de la bestia, 2009. Cortesía de la artista y Peter Freeman.
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Anne-Marie Schneider. La bella y la bestia. 2009. Cortesía de la artista y Peter Freeman.
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Anne-Marie Schneider. Vista de sala. Fotografía: Joaquín Cortés/Román Lores. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Noviembre 2016.
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Anne-Marie Schneider. Sin título, 2012. Cortesía de la artista y Michel Rein. Bruselas.
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Anne-Marie Schneider. Vista de sala. Fotografía: Joaquín Cortés/Román Lores. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Noviembre 2016.
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Anne-Marie Schneider. Sin título. Habitación. 2012. Gouache, mina de plomo, tinta china sobre papel. Colección particular. Bruselas. Cortesía Michel Rein.
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Anne-Marie Schneider. Tríptico. Sin título, 2012. Cortesía de la artista y Michel Rein. Bruselas.
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Anne-Marie Schneider. Sin título, 2012. Acuerela y mina de plomo sobre papel. Cortesía de la artista y Peter Freeman.
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Anne-Marie Schneider. Vista de sala. Fotografía: Joaquín Cortés/Román Lores. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Noviembre 2016.