El mar de Gerhard Richter no es azul luminoso ni turquesa transparente. El mar de Gerhard Richter es como el clima de su tierra: árido, gris, misterioso, puntiagudo, casi cielo. Cubierto de nubes, tamizado por una ambigua luz, furioso o en absoluta calma no es una mera representación de la naturaleza, sino una composición de atmósferas infinitas y horizontes cenicientos salpicados de espuma.
Son muchos los críticos de arte que han relacionado las marinas de Gerhard Richter con los del paisajista Caspar David Friedrich, pues ambos se enfrentan a la naturaleza de una manera similar. Sin embargo Richter, aunque reconoce ciertas conexiones con el romanticismo alemán, prescinde de cualquier referencia alusiva a la dimensión real del paisaje. Al contrario, es el tamaño del lienzo el que proporciona la medida de lo natural. Incluso, a veces, las rotundas pinceladas del artista hacen desaparecer lo concreto del paisaje, como si quisiera apoderarse de la imagen.
Fascinado desde siempre por el poder del mar y los cielos deshilachados, Gerhard Richter pasó tres décadas retratando su belleza salvaje. Entre 1968 —fecha en la creó Seestück— y 1998 pintó más de veinte marinas. La mayoría al óleo, aunque también conserva varios dibujos. Su técnica es variada, fruto de constantes indagaciones en torno a la luz y el diálogo entre cielo y mar. Algunas veces parte del fotomontaje en su mayoría de dos imágenes: una para el cielo y otra para el mar. Estos fotomontajes están registrados en Atlas, el gran archivo enciclopédico de imágenes que el artista comienza a recopilar a principios de los años sesenta y continuará ampliando desde entonces. En todas ellas, el efecto ilusorio es grandioso.
Gerhard Richter nació en Dresde, poco antes del inicio de la II Guerra Mundial. Pronto, el interés del artista por el Informalismo y el Expresionismo del otro lado del Telón de Acero le lleva a abandonar su localidad natal, instalándose en Düsseldorf en 1961. Allí se codea con Sigmar Polke, Blinky Palermo y Konrad Fischer, y comienza a experimentar con la fotopintura. Estos nuevos trabajos marcan un punto de inflexión en su carrera. A partir de entonces adopta el gris como seña de identidad de su estética pictórica.
El Museo Guggeheim Bilbao reúne en su Sala 304 una selección de las mejores marinas Richter. Comisariada por Lucía Agirre, la exposición repasa las diferentes técnicas, formatos, colores y estilos con loso que el alemán relata su experiencia con el mar, desde una iniciática marina abstracta en la que la línea del horizonte apenas se intuye, hasta aquellas en las que el realismo fotográfico del cielo solo se ve matizado por una luz imprecisa.
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