El Museo del Prado expone hasta el 23 de enero de 2022 tres importantes series narrativas creadas en Andalucía en las décadas centrales del siglo XVII. Normalmente encargadas por clientes particulares, este tipo de obras seriales han sufrido numerosas dispersiones con el paso de los siglos. Pocas han llegado íntegras a la actualidad, entre ellas la que Bartolomé Esteban Murillo dedicó a la parábola del hijo pródigo, cuyo préstamo por National Gallery de Dublín ha servido de hilo conductor de esta muestra que incluye otras dos series: la que narra la historia de José, realizada por Antonio del Castillo; y la dedicada a la vida de san Ambrosio, de Valdés Leal.
El Hijo pródigo de Murillo y el arte de narrar en el Barroco andaluz, comisariada por Javier Portús —jefe de Conservación de Pintura Española (hasta 1800)—, reúne más de una treintena de piezas que recalcan la imponente capacidad para la narrativa visual de sus autores y delimitan el contexto social en el que se llevaron a cabo. El contenido bíblico de las series y el modo en que se representan reflejan los códigos éticos, estéticos, culturales y espirituales de quienes las encargaban. Junto a estas obras se exponen varias pinturas de Alonso Cano, Murillo, Antonio del Castillo y Juan de Sevilla, que en su día fueron parte de seriales hoy dispersos o incompletos, o que comparten características con las anteriores.
El recorrido de la exposición se desarrolla en cuatro ámbitos y se inicia con la historia de José en Egipto narrada en el Génesis y reinterpretada por Antonio del Castillo. El pintor, interesado en el tratamiento del paisaje y las escenas al aire libre, plasma en el conjunto sus inquietudes artísticas personales, logrando la armonía entre historia y escenario.
Los seis cuadros sobre la parábola del hijo pródigo ocupan un lugar destacado en el catálogo de Murillo. Se trata de un relato dividido en episodios que obligó al pintor sevillano a exprimir todos sus recursos narrativos para plasmar en el lienzo la narración del Evangelio de san Lucas y los valores éticos intrínsecos: el perdón, la misericordia, la prudencia, la importancia de la familia. Son obras de tamaño mediano que, junto a los cinco cuadros sobre la historia de Jacob, constituyen el principal ciclo narrativo destinado a un comitente privado que nos ha dejado el pintor.
En su serie sobre la vida de san Ambrosio —encargada por el arzobispo de Sevilla, Ambrosio Ignacio Spínola y Guzmán—, Juan de Valdés Leal revela su inmensa capacidad para representar escenas de escasa tradición pictórica impregnándolas de similitudes ambientales entre la antigüedad clásica y la arquitectura sevillana de su tiempo.
La última sección, bajo el prisma de Lugares de sociabilidad, incluye obras de diferentes artistas vinculadas entre sí por su composición, su cronología, su tamaño o el carácter de sus comitentes. Todas ellas revelan actos de sociedad o ideales suntuarios. Los escenarios al aire libre insisten en cómo la pintura de series supuso un importante motor en el desarrollo del paisaje en el arte andaluz de la época.
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