Entre la Primera Guerra Mundial y la muerte de Lenin en 1924, el arte ruso experimentó una reacción visceral contra el movimiento futurista imperante los años previos a la revolución bolchevique. Así lo proclamaba Malevich en 1915, hemos abandonado el futurismo y los más valientes entre los valientes hemos escupido en el altar de su arte, durante la 0.10 La última exposición futurista de pintura celebrada ese mismo año en San Petersburgo.
Pese a ello, la influencia futurista en las primeras vanguardias rusas es evidente. Así lo considera Margarita Tupitsyn, comisaria de la muestra Dadá ruso 1914-1924 que exhibe el Museo Reina Sofía. La exposición se centra en el contexto artístico de la Rusia pre y posrevolucionaria y reivindica su protagonismo dentro del radicalismo estético dadaísta. Y es que las semillas del absurdo florecieron en Moscú casi al mismo tiempo que en las capitales consideradas como la cuna del Dadá: Zúrich, París, Berlín o Nueva York.
Efectivamente, las primeras manifestaciones protodadá en los círculos artísticos rusos tienen lugar en los años previos a la revolución. En torno a una de las primeras óperas del absurdo, Victoria sobre el sol, artistas tan dispares como Iván Kliun, Mijail Larionov, Malévich, Morgunov, Iván Puni, Olga Rózanova, Vladímir Tatlin y Kiril o Iliá Zdanévich construyeron la estética de la negación, el azar, la ironía y la antilógica.
Tras una exhaustiva investigación, Tupitsyn ha logrado reunir los trabajos de casi un centenar de artistas, muchos inéditos en España, la mayoría rusos, en una muestra que hace hincapié en el carácter multimedia del arte ruso de la época —abarcando pinturas, dibujos, material impreso, cine, obras musicales y recitales de poesía— y en sus implicaciones políticas durante una década intelectual compleja, intensa, que se desmoronó definitivamente con la llegada de Stalin.
En esta línea, la primera parte de la exposición se centra en la abstracción alógica desarrollada a partir del ready-made y el collage. ¿Su fin? Escandalizar, menospreciar la tradición y burlarse de la técnica a través de composiciones caóticas y con el negro de Malévich como símbolo de la negación de lo establecido y el antibelicismo de esta primera etapa del Dadá ruso.
Con el triunfo de la revolución de octubre y la nueva realidad política, muchos artistas se involucraron en proyectos de agitación bolchevique y arengas contra la clase derrocada. La sección dedicada a esta época comienza con la película El asalto al Palacio de Invierno (1920), de Nikolái Yevreinov. En este periodo, el sentido y el sinsentido, lo absurdo y la razón, la parodia y la propaganda conviven en un ambiente de cambios sociales brutales. El Lisitzki, Aleksandr Ródchenko o Gustav Klutsis simbolizan esta nueva visión de la sociedad antiburguesa. El cine cobra especial relevancia y su máximo exponente, Serguéi Eisenstein, encarna el espíritu nihilista de la vanguardia artística, el regreso al lenguaje zaum y el nadismo.
La última sección, Dada Bridge, analiza las conexiones entre Rusia y los principales centros dadaístas, evidenciadas a través de la presencia de artistas como Natalia Goncharova, El Lisitzki en Berlín o Serguéi Sharshun e Iliá Zdanévich en París.
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Dadá ruso 1914-1924. Edificio Sabatini, 1ª Planta. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid. Hasta el 22 de octubre de 2018. Comisaria: Margarita Tupitsyn. Coordinación: Leticia Sastre Sánchez y Sofía Cuadrado.
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