Como cierre del año de homenaje a Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza con motivo del centenario de su nacimiento, el museo presenta una exposición que repasa la colección de arte americano que el barón reunió a lo largo de más de tres décadas. Las obras proceden de los fondos de la familia Thyssen, de Carmen Thyssen-Bornemisza y del propio Museo Thyssen de Madrid, referente europeo para el conocimiento del arte estadounidense.
Fue en el contexto de la conmemoración del bicentenario de la declaración de Independencia de Estados Unidos cuando el segundo barón Thyssen comenzó a interesarse por el arte americano. Durante la década de los 70 del siglo pasado, Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza viajaba a menudo a Norteamérica. Viajes que aprovechaba para visitar las exposiciones que los diferentes museos e instituciones estadounidenses organizaban con motivo del mencionado bicentenario.
La colección americana del barón Thyssen supone una ocasión excepcional para contemplar un conjunto artístico único en Europa que abarca obras creadas durante dos siglos: desde finales del XVIII hasta los albores del XXI. Arte americano en la colección Thyssen es el resultado de un proyecto de investigación, desarrollado con el apoyo de la Terra Foundation for American Art, para estudiar y reinterpretar estas pinturas con una nueva mirada temática y transversal.
La cultura material, el cruce de civilizaciones diversas, el espacio urbano, el progreso tecnológico y los grandes paisajes naturales conforman el índice temático en el que se estructura la muestra: 140 pinturas instaladas en las salas 55 a 46 de la planta primera del museo. El recorrido comienza con un espacio dedicado al paisaje, concepto esencial en el proceso de creación de la nación estadounidense. En sus inicios, el paisajismo americano fue una adaptación de la tradición romántica europea a la exuberancia de las tierras del nuevo mundo, como puede apreciarse en la obra de Thomas Cole o George Innes. Una magia mística que ya en el siglo XX recuperaron artistas como Rothko y Georgia O’Keeffe.
La sección dedicada al cruce de culturas incide tanto en los escenarios y la expansión territorial como en las interacciones entre las diferentes comunidades: esclavos, indígenas, clase obrera, judíos migrantes, afroamericanos, asiáticos… Desde la alianza al conflicto interracial. El capítulo sobre el espacio urbano apunta hacia la reflexión acerca del crecimiento y la transformación de las ciudades y en sus habitantes. Muchas de esas historias están protagonizadas por mujeres, tanto en la esfera pública como en la privada, reflejando los cambios en la sociedad. Buenos ejemplos de ellos son los cuadros de Wilson Homer y Edward Hopper.
La muestra también asigna un importante papel al arte urbano y el ocio. La creación de los primeros parques públicos y la popularización del paseo en entornos rurales o en las playas cercanas, válvula de escape para los habitantes de las ciudades son los favoritos de Winslow Homer y para los impresionistas Childe Hassam, John Sloan o William Merritt Chase.
Con respecto a la cultura material, Arte americano en la colección Thyssen fija su mirada en los bodegones como símbolo de la interacción entre lo humano y lo no humano y una reflexión en torno a la cultura del consumo. La alusión al paso del tiempo y la inevitabilidad de la muerte son conceptos implícitos en la esencia de la naturaleza muerta y elemento recurrente en la obra de William Michael Harnett y Joseph Cornell. Mientras, ciertos pintores foráneos centraron su imaginario en los rituales de los pueblos indígenas o la nostalgia por un mundo idealizado.
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