Ed van der Elsken (Ámsterdam, 1925 - Edam, 1990) siempre tuvo la imperiosa necesidad de recorrer las calles, de observar a los demás, de atrapar la vida. Pero nada es casualidad en la fotografía del holandés errante. También le obsesionaba la técnica. Su afán por “coleccionar gente de la mía” —amigos, familia, personas cercanas o simples desconocidos con quienes se topaba por la calle y le hacían sentirse plenamente identificado con su aspecto inusual, hermoso—, le hacía soñar a menudo con “tener implantada en la cabeza una pequeña cámara con un objetivo que le permitiera grabar las 24 horas”.
Cuatro largas décadas pasó Van der Elsken dedicado a la caza de la imagen. Aunque comenzó en Ámsterdam a principios de los 40, fue en París donde tomó conciencia de su historia de amor con la fotografía. A principio el entorno urbano, los artistas callejeros, los clochards, la vida bohemia de una ciudad plena de bullicio, tan diferente a la Holanda estrecha de la posguerra. Y Vali Myers. La pelirroja salvaje que llevó a descubrir los ambientes nocturnos y los destellos de las farolas. Con ella se saltó todas las reglas hasta entonces escritas sobre el documental. Captó besos profundos y seducción, soledades e intoxicaciones varias, a veces de manera aparentemente casual, otras estudiada hasta el extremo.
A finales de los años setenta, Ed van der Elsken utilizó su archivo parisino para elaborar el fotolibro Een liefdesgeschiedenis in Saint-Germain-des-Prés (Una historia de amor en Saint Germain des Prés, 1956). No sólo las escenas inmortalizadas con su primera Rolleicord, también sus anotaciones y bocetos. Mediante textos e imágenes rememora los difíciles comienzos: su trabajo en el laboratorio de la agencia Magnum, sus primeros pasos en la fotografía profesional, su vida con la fotógrafa Ata Kandó y los tres hijos de ésta, su relación con los artistas holandeses y, por supuesto, el proceso creativo que dio lugar al libro. Una obra, en parte autobiográfica, en parte idealizada, que marca una ruptura con la visión positiva de la fotografía documental humanista de posguerra y es uno de los primeros indicios del interés en el fenómeno de la cultura juvenil, con sus dudas, su violencia y sus adicciones. El punto de vista de Van der Elsken es el de un participante más: directo y emocional.
La primera vez que pisó África ya había viajado de París a Ámsterdam y viceversa, conocido Mineápolis, experimentado con el vídeo y coqueteado con el jazz, las chaquetas de cuero y la contracultura europea. También llevaba en su mochila varias exposiciones individuales (una de ellas en MoMA) y un par de fotolibros. Ubangui-Chari (hoy la República Centroafricana) le impacta por el contraste “entre la cultura de la Edad de Piedra y nuestra civilización del siglo XX”. Bajo el título Bagarra (Búfalo) se publica en 1958 el fotolibro dedicado a la vida africana, a sus tradiciones tribales, sus rituales.
Un año después plantó de la semilla de lo que iba a ser otra de sus grandes obras, Sweet Life. Él y su esposa Gerda viajaron durante 14 meses por Malaca, Singapur, Hong Kong, Japón, San Francisco, México y Nueva York. No tuvo mucha fortuna en la búsqueda de editor y hubo de esperar hasta 1966 para que la obra viera la luz. En ella se refleja su espíritu aventurero, su interés por la humanidad y su fascinación por las culturas extranjeras. Además se percibe ya un estilo perfectamente definido, provocativo, muy personal, marcado por personajes atípicos, formas peculiares.
Para van der Elsken la presentación de diapositivas era un formato inspirador. A partir de ahí creó audiovisuales, algunos con sonido sincronizado. Un mágnifico ejemplo de su manera de entender y usar los montajes de diapositivas es Tokio Symphony, una representación audiovisual sobre la ciudad japonesa que le llevó buena parte de su última etapa profesional. Fotografió el mercado de pescado, manifestaciones, gente atractiva, maniquíes, luchadoras y jóvenes alternativos. No pudo terminar este proyecto debido a sus problemas de salud. Se terminó póstumamente utilizando sus diapositivas en color y sus grabaciones de audio y se mostró por primera vez en 2010.
Sí logró terminar Bye, un adiós a la vida donde el fotógrafo ejerce tanto de protagonista como de cámara. En 1988 le diagnostican un cáncer en fase terminal y decide documentar el progreso de la enfermedad y el estrechamiento de su mundo a como la única manera de hacer frente a esta experiencia tan dolorosa. Bye es un autorretrato personal e íntimo en el que el fotógrafo expresa abiertamente su tristeza, sus miedos, su ira.
La muestra, comisariada por Hripsimé Visser —conservadora de fotografía del Stedelijk Museum en Amsterdam—, reúne 200 fotografías, libros, fragmentos de sus películas y presentaciones como Tokyo Symphony. Así como hojas de contactos, dibujos y maquetas de algunas de sus obras más relevantes, documentos personales, cartas y notas, que ofrecen al público una visión sobre su forma de trabajar y su personalidad.
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Ed van der Elsken. Sala Fundación MAPFRE Bárbara de Braganza (Madrid). Del 25/01/2018 al 20/05/2018.
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