Desde el pasado mes enero, cuando el Museo Ruso San Petersburgo-Málaga renovó su colección permanente con ochenta y ocho obras de diversos autores rusos creadas entre 1792 y 1987, las cuatro estaciones del paisaje nacional soviético envuelven la sede malagueña del edificio Tabacalera, invitando al espectador a un fascinante recorrido por la historia del paisajismo, el estilo, los motivos y visiones individuales que construyeron la estética cultural de la Rusia de los siglos XIX y XX. Las cuatro estaciones es el título e hilo conductor de la gran muestra anual del museo que reúne obras de artistas tan reputados como Levitan, Serov, Shishkin, Repin, Kustódiev o Deineka. Una exposición que se complementa con la colectiva temporal —comisariadas ambas por Evgenia Petrova— dedicada íntegramente al movimiento vanguardista Sota de diamantes, surgido a principios del siglo XX con Mijaíl Lariónov a la cabeza de un grupo de artistas radicales volcados en la búsqueda de la simplicidad del lenguaje creativo, la rudeza de las formas y la originalidad temática.
Todo converge en el paisaje.
El paisaje ruso, como fenómeno estético y sociocultural, es en esencia una creación de la segunda mitad del siglo XIX. En ese momento histórico, no sólo los pintores, también escritores poetas y músicos se mostraron imbuidos en la inmensidad de la naturaleza, reflejando en sus obras dicha impronta como una actitud ante la vida y los problemas sociales. Así, las cuatro estaciones, lejos de ser una simple cristalización de los fenómenos naturales, se convirtieron en el motivo emocional del arte ruso de una extensa época que abarca casi un siglo y en la que convergen estilos tan variados como el romanticismo, el clasicismo o el realismo, todos ellos representados en esta ambiciosa exposición anual que permanecerá hasta el 31 de enero de 2017 en las salas del Museo Ruso de San Petersburgo-Málaga.
Así, sin desmerecer las panorámicas de parques, avenidas, ruinas arquitectónicas o las vistas urbanas de Roma y San Petersburgo de Semión Schedrín, Fiódor Matvéiev o Fiódor Alekséiev, fueron los retratistas —Iván Nikitin, Dmitri Levitski, Vladímir Borovikovski— quienes marcaron la tendencia en la Rusia ilustrada. Asimismo, en este largo periodo artístico, encontramos nuevas formas expresivas nacidas con el nuevo siglo como la magnífica pieza de Malévich, Manzanos en flor, en representación del verano.
Y con ellos llegó el escándalo.
Mijaíl Lariónov, Natalia Goncharova, Iliá Mashkov, Piotr Konchalovski, Aristarj Lentúlov y Róbert Falk son los pintores que conformaron la primera exposición de jóvenes artistas agrupados bajo la denominación Sota de Diamantes, el 10 de diciembre de 1910, ahora presentes en la muestra temporal del Museo Ruso San Petersburgo-Málaga hasta el próximo 31 de julio. Una muestra entonces escandalosa que puso patas arriba todas las concepciones clásicas de la pintura conjugando el arte popular ruso, las primeras vanguardias europeas (cubismo, fauvismo, expresionismo) y explosiones de color sin precedentes.
Controvertidos e irreverentes, en constante pugna contra la pintura de salón, los artistas de Sota de diamantes no fueron bien acogidos por el gran público acostumbrado al arte académico y la modernidad moderada. Tampoco entre ellos reinaba el acuerdo. A lo largo de casi una década, los miembros del grupo fueron cambiando. Mientras unos acabaron huyendo del “excesivo sometimiento al orientalismo parisino y la decadencia de Munich”, entre ellos Goncharova, Malévich y el propio Lariónov, otros se unían atraídos por la rebeldía y los provocadores planteamientos estéticos de un grupo que, pese a sus desavenencias, aglutinó la obra de prácticamente todos los artistas de la vanguardia rusa.
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