El próximo 17 de abril, Chillida Leku vuelve a abrir sus puertas al público, tras una importante remodelación dirigida por el argentino Luis Laplace, junto a Jon Essery Chillida. Ocho años de restauración, absolutamente respetuosa con el entorno y la arquitectura original, ha necesitado la cuna artística de Eduardo Chillida para el flujo de visitantes de manera integral.
Fundado en vida por Eduardo Chillida, Chillida Leku se ubica a las afueras de Hernani (San Sebastián). Un hermoso caserío vasco del siglo XVI alberga el espacio dedicado a exposiciones, mientras que en el exterior se reparten veinte de las más importantes esculturas del artista. La casa Zabalaga y terrenos adyacentes fueron adquiridos en los años 80 por Chillida y su esposa Pilar Belzunce a su antiguo propietario Santiago Churruca. El matrimonio tardó 15 años en rehabilitar y acondicionar el espacio en estrecha colaboración con el arquitecto Joaquín Montero.
Chillida Leku es el centro del universo del escultor, constante fuente de inspiración como lo fue el mar, los aullidos del viento y el eco de los paisajes vascos. El calor y el color candente de la forja supuso un punto de inflexión en la formación del lenguaje creativo del autor. La incandescencia del hierro y la flexibilidad y entrega del material ante el poder del fuego empujaron a Chillida a reflexionar sobre las formas del vacío, los espacios del viento, la música del yunke, los sonidos del abismo.
El alabastro, sin embargo, le descubre la sinergia entre la luz y la escultura, el resplandor oscuro del mar Cantábrico, la espuma teñida de tormentas y relámpagos, la brutalidad de las profundidades. Un claro ejemplo de esta etapa se encuentra en Gurutz VIII (Cruz VIII). En ella el artista excavará la piedra hacia dentro, haciendo que la cruz se manifieste en el vacío.
El espacio abrirá con la muestra Eduardo Chillida. Ecos, una amplia retrospectiva que recorre toda la trayectoria del escultor. La exposición, comisariada por Ignacio Chillida y el equipo de investigación del museo, reúne más de noventa piezas, trazando un completo recorrido que abarca desde finales de la década de los 40 —unos años marcados por la figuración—, hasta el año 2000. El itinerario cronológico se desarrolla en distintas etapas, definidas por los materiales y las técnicas utilizados en cada una de ellas: yeso, hierro, alabastro y obra en papel. Se completa con una sección dedicada a la serie Peine del viento, una de las más emblemáticas y significativas creaciones del escultor.
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