Gyulá Halász, Brassaï, (Brasov, Transilvania, 1899-Beauliue-sur-Mer 1984) llegó a París con lo puesto y una clara determinación: hacerse famoso con su pintura. Era el año 1924. Tras la I Guerra Mundial, la capital francesa se había convertido una vez más en el centro neurálgico de las vanguardias culturales europeas. Pero al futuro pintor le duraron los pinceles lo que tardó en hacerse con una cámara.
Empezó a fotografiar entre 1929 y 1930. Un poco por casualidad y otro tanto por necesidad. Durante sus inicios como artista vivía de los artículos y caricaturas que vendía a los periódicos húngaros y alemanes. Hasta que la fotografía barrió casi por completo a la ilustración tradicional. Montar una agencia fotográfica fue su única opción. Así abandonó la práctica de la pintura y la escultura. Aunque no del todo. A ellas regresaría más de una vez a lo largo de su trayectoria. Igual que a la escritura, otra de sus facetas artísticas menos popular, pero igualmente atractiva.
En aquella época, la intelectualidad parisina había cambiado Montmartre por el nuevo Montparnase. Y el joven húngaro su apellido original Halász por Brassaï, —natural de Brassó— para firmar sus fotografías. Eran abruptas, irregulares, enigmáticas, muchas veces sórdidas, pero al tiempo expresivas, vitales. Tanto que ya sus primeras imágenes llamaron la atención de los intelectuales parisinos. Así, apenas 15 días después de que el artista presentara a Charles Pignot un lote de imágenes, firmaría el contrato para su primer libro, Paris de Nuit. Poco después el crítico de arte E. Tériade le invitó a fotografiar a Picasso y sus estudios para ilustrar el primer número de Minotaure.
La mirada de Brassaï siempre se apartó de las corrientes dominantes, pero y sobre todo, se rindió ante el embrujo de París. Le fascinaban las calles, la lluvia nocturna, la oscuridad de un submundo que salía de su guarida al caer el sol: delincuentes, prostitutas, mafiosos y otros actores de los bajos fondos, garitos infames y prostíbulos eran para el artista una mina de expresividad. De ellos surgió su primer léxico creativo. La calle, las fachadas pintadas, los adoquines mojados, los puentes del Sena lo enriquecieron hasta crear su propia literatura visual, intensa, como la vida que retrató.
Fundación Mapfre reúne hasta el 13 de mayo en Barcelona unas 200 fotografías de Brassaï. Organizada de manera temática, esta monumental retrospectiva repasa la obra del fotógrafo de origen húngaro y la vida del París nocturno de la década de los 30. Aunque no sólo inmortalizó la marginalidad, la canalla, el inframundo y los tugurios.
Dejó también un valioso legado del París más cosmopolita y diurno: monumentos, rincones pintorescos o detalles de la vida cotidiana protagonizan gran parte de estas escenas. Tras la Segunda Guerra Mundial, Brassaï fotografió reuniones de la alta sociedad parisina, bailes de disfraces, veladas elegantes en lugares como el Ritz o Maxim's. La exposición repasa asimismo su faceta como retratista, sus desnudos y primeros planos, los vagabundos dormidos en las aceras, su colección de grafitis, sus numerosos viajes por Marruecos, Italia, Grecia, España, EEUU.
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Hasta el 13 de mayo de 2018 en Casa Garriga Nogués (Barcelona). Comisario: Peter Galassi.
Tras su paso por Barcelona, la muestra se podrá ver en la sala Recoletos de la Fundación Mapfre en Madrid (del 31 de mayo al 2 de septiembre de 2018) y en el San Francisco Museum of Modern Art (del 17 de noviembre de 2018 al 17 de febrero de 2019).
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