Cuando entras te embriaga la simplicidad y sencillez de sus historias, de sus momentos, sus colores, su gente. Porque de repente quisieras estar allí, porque vives lo que cuenta y sientes lo que transpira. En un acto oculto de egoísmo, quieres hacer tuya su obra, pero entiéndanme, en esta apropiación indebida sólo quiero contagiarme de su espíritu, porque quiero oler su tierra, azucarada, beber de su idiosincrasia, tocar lo inmarcesible (perdona Aurora, te cojo prestada tu palabra) bailando al son de sus sonidos.
A Ernesto Bazán le regalaron una cámara fotográfica con 14 años y entonces su pasión se transformó en estilo de vida. Retratando al principio lo más cercano, lo familiar y su entorno rural, éstos se convirtieron pronto en ejes cardinales de una trayectoria enardecida por su profesión.
Así son sus fotografías, que son su vida, su historia. De un azul celeste que se yuxtapone con un verde limón e invitan a mecerse sobre capas de pintura. ¿Adivinan de qué hablamos? Nos canta Cuba: Desde 1992 hasta 2006 Ernesto se empapa de su dorado anhelo“…inicié una historia de amor que duró 14 años. En las calles de La Habana volví a encontrar mi niñez perdida e inconscientemente buscada en vano durante muchos viajes por el mundo”
En una exposición compuesta por dos series, “Bazán Cuba” (la más antigua) arde en blanco y negro, resplandeciendo en su cotidianeidad. Realizada durante el llamado “Período Especial”, uno de los momentos más difíciles de la historia de la isla, Ernesto decide escoger una implicación absoluta (la de vivir allí), compartiendo en sus fotografías una realidad tan magnífica y deslumbrante como doliente. Están recogidas en el libro “Bazán Cuba”.
En “Al Campo”, los colores centellean y sus personajes se convierten en narradores de la historia de sus vidas: campesinos que aran la tierra, cultivan y cosechan, velan por su familia y crían animales para subsistir. Ernesto claudica con ellos y participa de su liturgia. Tanto que como dice “mi manera de fotografiar cambió. Tomar fotos se volvió casi parte del ritual – dejó de ser mi mayor prioridad”. Realizada antes de tener que abandonar la isla, están recogidas en el libro llamado así, “Al Campo”.
Además de éstos, ya tiene publicados varios libros, como “El Pasado Perpetuo”, “Passing Through”, “Los primeros veinte años”, “Isla” o “Molo Nord”. Ha expuesto en Europa, Latinoamérica y Estados Unidos. Sus fotografías han pasado por el MOMA, ICP en Nueva York, SFMOMA de San Francisco o el Museo de Bellas Artes de Houston, entre otros.
Su estancia en Cuba y consecuente registro documental le han valido para ganar algunos de los premios más prestigiosos, como La Beca W. Eugene Smith, considerado el Oscar de la fotografía documental mundial, el primer premio en la categoría de vida cotidiana en el World Press Photo y dos becas, una de la Fundación Alicia Patterson y otra de la Fundación Guggenheim.
Cautivadora y poética, porque toca lo más íntimo de la naturaleza humana con acordes llanos y sinceros, no pierdan esta oportunidad. Hasta el 12 de Noviembre en la Galería Rita Castellote (C/San Lucas, 9).
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