A pesar de ser reconocido internacionalmente como un gran escultor del siglo XX, Baltasar Lobo (Cerecinos de Campos, Zamora, 1910 – París, 1993) ha sido durante décadas un artista ausente de las historias del arte, exiliado e ignorado en nuestro país. Perdido en París desde el fin de la Guerra Civil, el artista zamorano desarrolló en silencio una obra obsesiva, sin rupturas llamativas ni cambios insospechados. Como toda su existencia, reposada y lineal: vivió siempre en la misma casa, llevó siempre la misma gabardina, quiso siempre a la misma mujer y, en el fondo, esculpió siempre el mismo desnudo.
Siempre he admirado la inteligencia y la pasión que se adivinan en la escultura griega, afirmaba Lobo desde su exilio parisino. Tal vez por ello y pese a la influencia de coetáneos como Brancusi y Jean Arp, late en su obra una mirada primitiva dirigida siempre hacia los mitos helénicos y las formas mediterráneas arcaicas. Sin embargo, prefiere prescindir de las proporciones griegas y las anatomías perfectas para explorar el universo del desnudo, la feminidad y la maternidad que pronto se dibujan como los elementos recurrentes de su imaginario artístico.
De origen humilde y formación en gran parte autodidacta, el escultor zamorano obtuvo en 1927 una beca que le permitió estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando donde se especializó en la talla del mármol y la madera. Fue durante sus primeros años parisinos cuando comenzó a simplificar las formas, a interesarse por los volúmenes rotundos, las estructuras arcaicas y la abstracción. Su amor por lo curvilíneo le acompañó desde entonces en un proceso creativo que terminó definido por la perfección en el modelado, ciertas dosis de monumentalidad y extraordinario refinamiento técnico.
Lobo recrea un universo de redondeces y asimetrías, de esquematismos y torsiones deformadoras. No se entretiene en los accidentes de la carne ni franquea la puerta de la abstracción. A veces somete su estilo a una extrema reducción y da vida a cuerpos primarios y ovulares. Otras, devasta la piedra con extrema delicadeza hasta lograr formas sublimes, dotadas de una transparencia mágica, casi espiritual. Su talento plástico se revela de una manera espléndida en los torsos, sensuales e interesantes.
El Museo Nacional de Escultura (Valladolid) presenta en la Casa del Sol la exposición Baltasar Lobo. Un moderno entre los antiguos. Se trata de una muestra excepcional donde las reproducciones clásicas de la exposición permanente del museo estarán acompañadas durante los próximos meses de un "intruso del siglo XX", Baltasar Lobo. El escultor ha recreado en su obra los mitos griegos, tratando de descubrir sus aspectos más anti-clásicos e insólitos.
Destacar esta singular característica es precisamente el objetivo de la exposición —un conjunto de 35 esculturas en bronce, mármol y escayola, algunas de ellas inacabadas—, exhibiendo toda la palpitación clásica que subyace en sus Ledas, Centauresas y torsos femeninos que dialogan aquí con Afrodita, Dionisos o las estatuas del Partenón.
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Un moderno entre los antiguos. Baltasar Lobo en la Casa del Sol. Abierta al público del 5 de mayo al 28 de octubre de 2018. Museo Nacional de Escultura. Casa del Sol.
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