Longines Pulsometer Chronograph.
Relojes

Longines recupera el pulsómetro

El reloj combina el pulsómetro y el cronógrafo para medir la frecuencia cardiaca en 30 segundos.

Somos realistas. Hay aparatos electrónicos que miden de forma precisa y rápida las pulsaciones, pero el pulsómetro no está asociado a un cronógrafo como en el nuevo Pulsometer Chronograph que ha lanzado Longines este año. Ni tampoco se pueden lucir en la muñeca.

En los años 20, los relojes con escala pulsométrica eran la forma más eficaz para tomar el pulso porque antes de que los  relojes tuvieran pulsómetro, los métodos utilizados con este fin no eran nada rigurosos. Los relojes Longines eran muy utilizados por el personal sanitario para medir la frecuencia cardiaca de los pacientes de forma rápida y fiable. Lejos de la utilidad técnica que tuvo a comienzos del siglo XX, el pulsómetro en este reloj está justificado porque pertenece al legado histórico de la marca y nunca está demás rescatar relojes emblemáticos.

El nuevo Longines Pulsometer Chronograph convence desde que fijas su mirada en él, pero este reloj, reedición  de un modelo histórico de la firma de Saint- Imier, tiene muchos argumentos para conquistar. Resulta atrayente por su elegancia sobria cuyo principal exponente es su esfera blanca lacada con números árabes pintados en negro, minutero ferrocarril, agujas en acero azulado estilo Breguet, contadores cronográficos de estilo vintage –de 30 minutos a las 3 h y de segundos continuos a las 9 h-, ventana de fecha a las 6 y la gran novedad de este reloj,  el pulsómetro  en color rojo, que intensifica su estética histórica.

Con este cronógrafo con pulsómetro, Longines renueva su vocación médica porque como su aguja cronográfica central está asociada a la escala pulsométrica se mide la frecuencia  cardiaca de forma sencilla y rápida pues bastan 30 segundos.

Estética y funcionalidad se conjugan al mismo tiempo en este reloj equipado con un calibre cronógrafo monopulsante de carga automática con rueda de pilares y reserva de marcha de 54 horas. Su motor es visible a través del fondo de cristal de zafiro de su caja de acero de 40 mm.

El argumento definitivo que convencerá es su precio pues la maravilla relojera con la que Longines resucita otro capítulo de su prolífica historia cuesta  3.540 €.