1934. Las normas para el Gran Prix que pone a prueba vehículos y conductores desde 1894 cambian y se limita el peso de los vehículos a 750 Kg. El SSK con el que compitiera entre 1928 y 1932 la Mercedes Benz pesa 1.700Kg, así que diseñan y fabrican para aquella ocasión el W25.
Pintado en blanco, el color asignado a los vehículos alemanes. Los Alfa Romeo de todas las nacionalidades, los dos Bugatti, los Maserati e incluso un Ford están preparados, pero el W25 pesa 751Kg. Uno más, sólo un kilogramo más que lo dejaría fuera de la competición. La noche anterior todo el equipo se ufana por lijar y pulir el coche para quitarle la pintura, el simple peso de la pintura sin el que el W25 entra en carrera. Con su chapa de aluminio a la vista la gran velocidad del Mercedes establece el nombre de una leyenda Silberpfeil: flecha de plata.
1936. Berna. El genial ingeniero Albert Pellaton, que cuatro años después comenzaría su carrera como Director Técnico de IWC, observa en boxes los W25 plateados. Una fotografía capta el momento y a Pellaton junto a otro ingeniero excepcional, el director de carreras de Mercedes, Alfred Neubauer. Una instantánea histórica de la ingeniería.
2013. IWC Schaffhausen rinde homenaje a esta instantánea, a los dos ingenieros y a sus extraordinarias creaciones con el Ingenieur Cronógrafo Silberpfeil, con un calibre 89361 de IWC, los minutos cronometrados, escala taquimétrica para medir la velocidad en 1km, función fkyback para medir las paradas, la cuerda Pellaton con reserva de marcha de 68 horas, una esfera cuyo diseño se inspira en los tableros perlados de mandos de aquellos coches de carreras que ya alcanzaban los 300Km/h y correas de piel en homenaje a los cierres que utilizaban, cristal de zafiro antireflectante y montado sobre una caja de acero de 45mm de diámetro y 14,5 de altura que resiste 12 bares de presión y en cuyo reverso está grabada la silueta del W25.
Sólo hay 1000 unidades de cada variación del Ingenieur Cronógrafo Silberpfeil. Hay relojes con los que soñamos.