Los relojes que ofrecen complicaciones corren el riesgo de poner en peligro la precisión, una máxima que nunca hay que perder de vista en relojería. Para solucionar este problema, los relojes de Jaeger-LeCoultre se plantearon, en los últimos años del pasado milenio, comenzar a trabajar desde cero. En sus páginas que estaban en blanco empezó a tomar forma el concepto Dual-Wing®, que es la solución técnica que encontraron para la convivencia perfecta de la precisión y las complicaciones. La respuesta, aunque ahora parece sencilla, no fue tan fácil de encontrar, pero finalmente tomó forma con dos mecanismo distintos y autónomos, cada uno con su fuente de energía. Lo único que tienen en común es el órgano regulador.
El concepto Dual-Wing® sirvió de base para la colección Duomètre, consagrada a algunas de las más geniales obras de arte de la relojería que firma Jaeger-LeCoultre. El último miembro de esta distinguida familia es el Duomètre Spherotourbillon Moon con el que la Grande Maison da respuesta a algunos problemas técnicos que provoca, por ejemplo, el desfase de las fases de la Luna que cada dos años y medio es de un día. Los relojes con calendario perpetuo suelen necesitar un reajuste cada 122 años, pero Jaeger-LeCoultre ha dado un paso de gigante y el Duomètre Spherotourbillon Moon está preparado para indicar esta función de forma precisa durante 3.887 años. Este logro es una demostración más de hasta dónde puede llegar la primera manufactura del Valle del Joux en Suiza.
Los amantes de la astronomía y la relojería se llevarán otra alegría al comprobar que Jaeger-LeCoultre ha reproducido en el Sphèrotourbillon la inclinación del eje de la Tierra, unos 20º.
El dominio de la técnica que tiene Jaeger-LeCoultre es increíble, pero también su capacidad para traducir todo su savoir-faire con el mejor lenguaje estético. El diseño está muy presente en la esfera graneada plateada. Su fuerza estética nace de la simetría y la legibilidad. A la altura de las 3 horas se localiza el disco de las horas con las fases de la Luna en su interior sobre un fondo lapislázuli y las estrellas que la acompañan en su viaje por la bóveda celeste. Equilibra la estética el Sphèrotourbillon, el tourbillon esférico de Jaeger-LeCoultre que está formado por 105 piezas. Dominan la esfera desde arriba el disco de 24 horas y uno de los indicadores de reserva de marcha y en la parte inferior están el segundero pequeño, que se puede poner a cero según el principio del Flyback, y el segundo indicador de la reserva de marcha. El reloj tiene dos porque uno tiene en cuenta la energía del órgano regulador y el otro el de las funciones.
Esta obra técnica y estética se reúne en el interior de una caja de platino de 42 mm complementada con una pulsera de piel de aligátor. Su mecanismo es de cuerda manual, manufacturado por Jaeger-LeCoultre, y formado por 476 piezas.