Édouard Bovet fundó la firma relojera que lleva su nombre en Londres en 1822 y revolucionó el mercado internacional de aquel entonces gracias a los relojes de bolsillo que exportó y vendió con gran éxito en China. En aquella época ya concebían cada pieza como una entidad fruto del trabajo conjunto de un grupo de relojeros, diseñadores y especialistas en la realización de cajas y esferas, un conjunto armónico y coherente como el propio mecanismo de un reloj.
Con sede en Suiza desde los años 90, la firma, cuyo propietario es Pascal Raffy, ha seguido deslumbrando a propios y extraños de la Alta Relojería. Su último ejemplo es el Amadeo Fleurier Tourbillon Virtuoso III, un reloj tourbillon con calendario perpetuo retrógrado y agujas invertidas. Su diseño no tiene nada que ver con lo visto hasta ahora. Para asegurar una precisión impecable, la gran jaula del tourbillon está colocada a las 6 horas. Además, para una legibilidad todavía mayor, los nombres de los días y de los meses se han impreso en blanco o en negro (dependiendo del color de la esfera) en discos de zafiro.
Tradicionalmente, la información relativa al calendario se coloca en la parte central de la esfera, mientras que las horas y los minutos se leen en su perímetro. Pascal Raffy hizo simplemente lo contrario: horas y minutos se indican en una esfera central. Puesto que el ojo humano está acostumbrado a interpretar intuitivamente este tipo de indicaciones analógicas, la lectura de las horas y de los minutos no presenta ningún problema a pesar de la reducción del tamaño.
Con un diámetro de 46 mm, se ha puesto a la venta en oro rosa y oro blanco de 18 quilates, con correa en piel de reptil y una resistencia de 30 metros al agua. El calibre es un Virtuoso III Spécialité Horlogère DIMIER 1738 y cuenta con una reserva de marcha de 5 días. Con la esfera lacada en blanco o negro, sólo habrá 39 piezas de cada color de oro. Eso sí que es sentirse únicos.