Maximiliano nace en Austria, y cuando está en edad de merecer se cruza en su camino la joven y muy pretendida María de Borgoña.
Ella, más bien bajita, de tez blanca y melena negra, a pesar de la interminable lista de propuestas matrimoniales en su haber a razón de sus dominios, decide elegir al bueno de Max. Y él que debía estar loco de contento, escogió un bonito diamante para consolidar esa futura unión.
Y esto que hoy resulta ser lo habitual, lo natural, en aquel momento fue el comienzo de una tradición. Así que desde el siglo XV hasta ahora, los anillos de compromiso han sido la antesala del sí quiero, y aunque su forma y su solitaria piedra no hayan variado demasiado, las innovaciones están ahí. Y una de las últimas tiene que ver con el color.
Porque si bien el oro blanco siempre ha sido la chica guapa de la fiesta, ahora hay quienes como Durán Madrid apuestan por el oro rosa.
Su anillo Grace con diamante talla esmeralda y un brazo cuajado en pavé de diamantes, irrumpe aportando originalidad sin perder la solemnidad que aseguran este tipo de piezas.
Una opción más para provocar un “para toda la vida” seguido de un te quiero, que sin duda le debemos al archiduque austríaco.