Siendo hoy una de las casas de arte y joyería más importantes de nuestro país, la historia de Ansorena se remonta hasta 1845, año en el que abre su primer taller de joyería en la madrileña calle de Espoz y Mina, conocida entonces como la “calle de los joyeros”.
Desde el principio, los trabajos de Celestino Ansorena destacan por su gran maestría, comenzando por ello a recibir importantísimos encargos como el diseño y elaboración de la fastuosa Tiara Papal –compuesta por seis mil ochocientos brillantes, ciento sesenta esmeraldas, otros tantos rubíes y noventa y seis perlas– que la reina Isabel II regaló al papa Pío IX con motivo de la proclamación del célebre Dogma de la Inmaculada Concepción, hasta que finalmente en 1860 se le nombra oficialmente “Joyero y diamantista de la Real Casa”.
Ya trasladada la joyería a su emplazamiento actual en la calle de Alcalá, Ansorena estrecha aún más las relaciones con la familia real, diseñando para la reina Victoria Eugenia coronas, diademas y multitud de espléndidas piezas como la tiara dinástica con la flor de lis, regalo de boda de Alfonso XIII o el famoso collar “de chatones”, una de las más valiosas de la colección. Joyas que, además, han sido las protagonistas de importantes exposiciones como la celebrada en 1995 en el Museo Nacional de Artes Decorativas en conmemoración del 150 aniversario de la Casa Ansorena o la sensacional Diademas desde 1845 que permitió disfrutar de todas las tiaras y diademas elaboradas por la firma, reunidas por primera vez en una magnífica muestra sin precedentes.
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