A estas formas redondeadas, suaves, que incitan al toqueteo se les suele denominar orgánicas. Quizá porque parece que están vivas o que respiran o que se mueven… La nueva colección que Helena Rohner tiene ya lista para el próximo otoño invierno viene cargada de estas formas incitativas: pendientes, pulseras, colgantes y anillos dotados de siluetas que desean ser acariciadas.
Estas pequeñas esculturas, tan cálidas como la piel, están confeccionadas en porcelana, material muy característico en la joyera, combinada con piedras semipreciosas como la maquita o el ojo de tigre. La malaquita es de color verde intenso, lleno de vetas y matices. El ojo de tigre es dorado. Contrastan con ellas y sus tonos la plata o el latón, que la diseñadora usa en mínimas proporciones para no alterar la complicidad entre porcelana y piedras.
Los collares se componen de cadenas y bolas de madera de cocobolo y como adorno incluyen cordones que van del naranja encendido, al verde musgo, el marfil o el chocolate. Y son estos cordones flúor los que más nos atraen porque nos recuerdan las coloridas pulseras cabo y nos parecen una manera discreta de prolongar la sensación de verano más allá de septiembre.
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