Al tiempo que el primer homo desarrollaba las primeras tallas de herramientas en el largo paleolítico, aparecía el gusto por decorar el cuerpo humano como seña de identidad y, sin duda, de coquetería. De aquellos primeros huesos y dientes engarzados o tallados, a la selección de las piedras más hermosas y escasas o a la delicada labor artesana en metales preciosos hasta nuestros días, las joyas se han transformado con el desarrollo de la técnica y el gusto de civilizaciones, siglo tras siglo, en maravillosas obras de arte que transcienden al tiempo.
La eterna belleza de las mejores piezas de la joyería de todos los tiempos suele reservarse a momentos especiales, permaneciendo por su valor emocional, más que por la tasación real, en la intimidad de los joyeros generación tras generación, acopiando historias, momentos, sentimientos y emociones, viviendo como particulares testigos de los momentos más felices en la vida de una persona, de una familia, de varias generaciones. Joyas isabelinas, Art Decó o Chevalier, verdaderos tesoros, piezas únicas, magníficas, singulares, que rara vez están al alcance del resto del mundo.
Entre otras muchas, es el caso del pendentif en platino y diamantes con una esmeralda natural en le centro que, creado en los años 20 por Ansorena, volvió a aparecer en una de las subastas de la casa desde una colección particular casi un siglo después. Nada extraño dada la larga trayectoria de Ansorena desde 1845.
Una vez más, las subastas de Ansorena permiten hoy hacerse con piezas de una notable belleza y un incalculable valor, una inversión más que segura para el presente y el futuro de generaciones.
Galería de imágenes
-
1
-
2
-
3
-
4
-
5
-
6