Indomable, como la estructura de un diamante, aunque desde luego no tan inalterable ni irrompible, más bien al contrario, hecha de humana emoción, lucía la Hepburn frente a los diamantes en su desayuno… el glamour de Hollywood condensado en el cuerpo de una mujer se rendía al natural brillo y humana talla de los diamantes, y nos regalaba una estampa de belleza en negro frente al cristal tras el que éstos lucían indomables, inalterables, irrompibles... propiedades que nacen del propio vocablo que los designa, 'adámas' en griego antiguo.
Tan sólo cabe una sombra, aunque oscura y profunda, en el brillo de un diamante, la de los diamantes de sangre... la que se nos muestra con total crudeza aquella película y que, gracias al proceso Kimberly que garantiza la procedencia de la preciada piedra, afecta a una mínima parte de los diamantes que se comercializan; esta sombra habita más lejos si cabe de Isabel Guarch, su Mallorca natal y materna y sus diamantes, libres de conflicto siempre porque así lo exigen, solicitando en la compra de las piedras el certificado que rubrica su procedencia lejos de zonas de conflicto y confirma su origen en lugares en los que el diamante es una industria que genera crecimiento, desarrollo y riqueza para sus gentes.
Y alrededor de esas piedras talladas, la creatividad y el diseño: en los 80 en un showroom que era un lugar casi secreto y en el que la joyera Isabel Guarch mostraba sus tesoros y después de ella su hija, también Isabel y también Guarch, que despliega su creatividad y saber hacer sobre las preciosas piedras renovando sus diseños y llevando a ellos la simbología mediterránea; se trata de propuestas que mantienen la esencia de aquel showroom de los 80, elegancia, frecura, sencillez y naturalidad.
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