Seguro que al pensar en Fabergé la imagen que visualizas es la de un huevo de Pascua de alta joyería pero ¿sabes cuál es el origen de estas curiosas joyas? El primero de los huevos de alta joyería de Fabergé data de 1885 y fue una petición del zar Alejandro III al ya por entonces importante joyero Carl Fabergé; el huevo en cuestión era un regalo para la zarina en una fecha señalada, la fiesta de Pascua de la iglesia ortodoxa rusa; sucedió que a la zarina le encantó el huevo en cuestión y Alejandro III hizo entonces un encargo anual a Fabergé: quería cada año, por Pascua, un huevo de alta joyería para su esposa, tenía que ser nuevo y único cada año y esconder en su interior una sorpresa.
Así fue como Fabergé hizo de los huevos de pascua su joya más icónica y, a día de hoy, ya universal. No hay colección de esta magnífica firma joyera que no coquetee con la forma del huevo pero en particular los colgantes que protagonizan suelen enamorar a propios y extraños, son excepcionales piezas de oro, diamantes y otras piedras preciosas que guardan una miniatura en su interior, el último de todos ellos ha sido diseñado al calor de la inspiración navideña y se trata de un colgante de oro blanco con esmalte negro y diamantes elaborado en oro de 18 quilates y decorado con esmalte blanco y negro engastado con un ojo de diamante blanco brillante ¿y la sorpresa? un pequeño y divertido pingüino bailón. El precio de esta excepcional joya, que cuelga de una cadena de oro amarillo de 18 quilates, es de 12.000 euros.
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