Cuando pensamos en el lujoso mundo de las joyas lo primero que se nos viene a la mente es una señora que supera los 50 años de edad y que mantiene una vida acomodada, dedicando las mañanas a arreglar el jardín, las tardes a tomar el té y las noches a ‘enjoyarse’ para acudir a cenas benéficas. Un concepto que lleva cociéndose desde hace algunos siglos y que, irremediablemente, hoy día nos sigue acompañando, suponiendo para los más jóvenes un tema tabú e inalcanzable.
Si es cierto que, con el fin de acercar a las mujeres más jóvenes al fascinante mundo de las joyas, muchas de las firmas han decidido darle una vuelta de 360º a sus campañas o a sus diseños, haciendo de los diamantes pequeñas incrustaciones sobre pendientes o sortijas que pasan totalmente desapercibidas o apostando por un modelo más informal, llegando a reservar las gemas preciosas para otro tipo de público más maduro. Pero lo cierto es que hasta el momento ninguna marca había decidido plantar cara a la sociedad y trastocar por completo los sentidos en lo referente al mundo del lujo hasta tal punto que pudiera llegar a convertirse en un signo de identidad para las más rockeras de la ciudad.
Algo tan sorprendente se lleva a cabo desde 2008 por Eddie Borgo que, tras trabajar para estilistas y otros diseñadores, pensó que ya era hora de fabricar el espíritu moderno que acompañe a la definición de lo exclusivo. Y es que el pequeño nacido en el sureste de Estados Unidos ha convertido lo que en casa era un juego, el rock&roll, en una inspiración que da vida a un trabajo actual que pretende convertirse en una propuesta atemporal.
Fan de los Rolling Stones, Borgo ha trasladado la potencia, la personalidad y la fuerza de sus canciones a unas formas arquitectónicas embellecidas por la naturaleza que resaltan las cualidades de una mujer con carácter y cierto aire punk, capaz de hacer de estas joyas un tesoro único con el que seguir haciendo historia en el maravilloso mundo del lujo.
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