Aunque estamos en el año del mono, Chanel una vez más nos obliga a hablar del león. El felino más regio que hace años conquistó su colección de Alta Joyería, a través de una curiosa historia que tomó como punto de partida las tranquilas aguas del Adriático.
Hablamos de joyas, y de la singular relación que surgió entre el león veneciano y Gabrielle Chanel a principios del siglo XX, tras la dolorosa pérdida de Arthur Capel, su amante y también su fuente de inspiración.
Así que nos situamos en 1920, un año gris para la diseñadora francesa, que no lo fue tanto gracias al empeño de Misia, su amiga y confidente, quien logró que la vida de Coco ganara tonalidad a través de los cielos venecianos, y consiguiera la fuerza que necesitaba gracias al León de San Marcos, símbolo tradicional de Venecia y casual o causalmente, también signo zodiacal de la diseñadora francesa.
Y ahí fue donde comenzó el idilio entre el majestuoso felino y quien ha sido una de las diseñadoras más influyentes en la historia de la moda, concretamente en el universo de la Alta Costura, que consiguió convertir al león en pieza emblemática de su firma, incluso llegando a grabar su imagen en sus botones.
Pero como no hay dos sin tres, ya hace años que Chanel no sólo nos deslumbra con sus diseños de impecables patrones, sino que también nos ha hecho adeptos de ese exclusivo mundo que es la Alta Joyería. Un área desde la que hoy nos cautiva haciendo uso de este salvaje icono, y concretamente a través de esta deliciosa campaña monocromática, que no podemos dejar de mirar posiblemente por la belleza de cada una de sus piezas y de las históricas localizaciones.
Una colección donde el león, a través de su fuerza y su elegancia, reina con una melena de diamantes en talla brillante o talla pera, engastados sobre oro blanco en medallones, broches, sortijas e incluso en un reloj, que consiguen transmitir a toda la colección un poder estético deslumbrante.
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