Tacones como gritos, como esculturas. Tacones reclamos. Tacones augurios. Tacones artísticos y artistas. Tacones aguja e hilo. Tacones de las maravillas y de Alicia.
Tacones para pensar y exponer. Para caminar aullando. Para establecer parámetros y romperlos. Tacones audaces y astutos. Tacones inteligentes, ingeniosos. Obras de ingeniería hechas tacones. Equilibrio y caos. Bendito caos expresivo sobre tacones.
Tacones protagonistas y proteicos, de esos que alimentan la vista. Tacones para enamorarse. Tacones con personalidad y otros personalizados. Tacones filosóficos y filántropos. Tacones divinos para divinidades. Y para adivinanzas sobre tacones.
Tacones-actitud. Tacones de Anastasia Radevich.
En su Bielorrusia natal, se crió entre hormas y patrones. Es la tercera generación de zapateros. Así que entiende el pie y, mucho mejor, entiende al zapato. El olor a cuero y piel es lo que a Anastasia le remonta a su infancia Y a pesar de que se desvió un tiempo para meterse en el marketing, la pasión innata la llevó a volcarse a estudiar diseño.
La Radevich probó eso de vivir en Inglaterra, pero siente que Montreal tiene más espacio para que sus ideas fluyan. Dice que de trabajar con Alexander McQueen se acostumbró a la idea de que todo era posible, que transgredir era obligatorio. Como lo es hoy ser fiel a sus musas. Que ella trabaja expresándose y que si bien al principio lo hacía por puro egocentrismo, ahora se trata más bien de una conversación de tú a tú con ella misma. A veces gana. Y otras, también.
Tacones escultóricos los de la Radevich que no es diseñadora, sino más bien una artista del calzado. Se mete dentro de su inspiración y es una médium. La horma se vuelve lienzo en blanco, vacío y desnudo que transforma en pieza de arte combinando artesanía, conocimiento y tecnología para transmitir un mensaje, una historia, una idea.
Con ingenio también vienen los tacones. Y audacia. Tacones surrealistas. Tacones lecciones de historia del arte. Tacones cubistas y cúbicos. Tacones Art Nouveau.
Anastasia Radevich dice que no hace colecciones, sino piezas coleccionables. Y basta con echar un vistazo a los desarrollos de sus conceptos para ver que cuentan una historia de principio a fin.
Porque son tacones mágicos, disruptores, osados. Son tacones que se sublevan y relatan un cuento. Son manifiestos de altura. Son imposibles e inspirados. Son los tacones de Anastasia Radevich.
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